viernes, 16 de abril de 2010

Completamente arruinados

En la otra punta del Valle Sagrado, y hoy con un puente menos a causa de las lluvias de febrero último, el pueblito de Pisaq guarda tras de sí una de los complejos incaicos más grandes de todo el valle, así que hacia allí vamos los exploradores! Desde Ollanta y bajo la persistente llovizna nos tomamos una pequeñita combi pistera hacia Urubamba y luego allí transbordamos a un micro un poco más grande pero no menos destartalado hasta nuestro destino final.

El valle es sencillamente hermoso y la sucesión de curvas al costado de las aguas que en algún momento llegarán al Atlántico a través del Amazonas es un deleite constante. Un tranquilo deleite hasta que entrando al pueblito de Calca el chofer decide jugar una mala pasada a un colega, un pecado mortal. En maniobra arriesgada le cruza el vehículo enfrente al minibús rojo y en un abrir y cerrar de ojos… le roba los pasajeros! Y se arma la podrida! De repente el chofer y el cobrador no están más y la gente se empieza a impacientar. ¿Dónde están? Adelante, en plena “avenida” preparándose para la contienda. Se acuerdan de las peleas de Batman y sus onomatopeyas? Puff, paff, bang! Imprevistamente, de algún lugar sale la mujer del conductor del bus rojo, una cholita a los cintazos limpios persiguiendo a ambos. Uhhh, ahhh! Se están dando! La gente disfruta del espectáculo, hasta que así como empezó, termina de repente. Algún aburrido llamó a la yuta que después de comerse pacientemente unos panchos decide venir a ver que pasa. Vamos, vamos, arrancá, que viene la policía…

Aquí es increíble todo lo que puede suceder en meros 33 kilómetros. Así, después del espectáculo y de “escapar” de la perezosa policía, llegamos a Pisaq a ver estas ruinas. Después de arreglar dónde quedarnos a dormir (lo bueno es que está todo re muerto y los precios son bien bajos) negociamos con un taxi (los relojitos no existen y todo se negocia de antemano) para que nos lleve hasta la parte alta de las ruinas. Desde allí y  caminando luego de algunas horas llegaremos nuevamente al pueblo.

Estas ruinas sí que son increíbles. Para empezar son enormes, enormes, calculo que de una punta a la otra hay como 2 o 3 horas de caminata. Primero hay gigantescas terrazas donde cultivaban el maíz, después una fortaleza militar en lo alto de un peñasco. Atrás, un cementerio y adelante la zona cívica. Ah, entre medio estos tipos hicieron un tunel adentro de la roca para facilitar el tránsito, y también construyeron el Intihuatana, un templo a Inti, el sol, con las rocas bien cuadraditas, pulidas y las puertas todas de doble jamba.

Después, entre otras construcciones tenemos que encontrar el camino hacia el pueblo, pero no lo encontramos… El pueblo está ahí, no puede estar lejos. Nos encontramos también con un taiwanés que está igual que nosotros. Lo que sucede es que aquí también cambiaron el puente de lugar, pues el viejo está por caerse. Al fin encontramos la senda y comenzamos a bajar, escalones, escalones y escalones. Parece que los incas hicieron toda una ladera de la montaña de escalones! Al ratito estamos nuevamente en el pueblo, y justo después que cerró la feria! Que bueno, no me gustan mucho las ferias…  

3 comentarios:

  1. Super Magico todo.ya estamos planeando con Clarita ir Para el Valle Sagrado. Eso es vida:ni marcas ni shopping.Nada de esas estupideces,solo uno, la naturaleza y los Incas.Que Lujo por Dios!Cla Y Gra

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  2. ¿Qué te pasa con las ferias, cheeee? :oP

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  3. Es que no me gustan las ferias!! Ceci, aquí en el mercado o las ferias estarías a tus anchas! Creeme que te divertirías :-)

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