lunes, 12 de abril de 2010

Amantaní, la isla encantada

Finalmente y luego de casi 1 mes termino de escribir este post. Realmente no entiendo todavía por qué me costó tanto escribirlo. A veces uno se inspira y las frases y los relatos salen más rápido que lo que los dedos pueden escribir, y a veces no…

La cuestión es que gracias al consejo de Palu y Juli decidimos pasar la noche en esta isla, que a mi entender de todas las que vimos en el lago, es la más bonita. Aclaremos que esta sí es una isla hecha y derecha (no como las de mentirita de paja) a casi 3 horas de Puno. La idea era quedarnos allí a dormir en la casa de una familia local, compartiendo la mesa y algunas otras cosas. A mí me parecía una idea fantástica, en general la gente por estos lados es muy tímida y cerrada, por lo que creía sería la excusa perfecta para hablar de muchas cosas.

Después de un buen rato de navegar llegamos al muelle. La isla parece encantada, el lago está bien calmo y la superficie es un espejo plateado. Anselma, nos está esperando en el muelle con sus ropas de fiesta, todo con muchos bordados de colores brillantes. La seguimos, caminando por un laberinto entre las plantaciones de papas, subiendo la colina. Pasados los 20 minutos llegamos a su humilde casita, mitad de adobe, mitad de material. La vista es increíble y el silencio acompaña.

Anselma, para no ser la excepción es bien pero bien tímida. La ayudamos a cortar unas papas mientras nos cocina una sopa en una especie de cocina económica, pero hecha de barro y donde el combustible es algún arbusto local. De alguna manera va cocinando los ingredientes en cazuelitas de barro que va cambiando de un agujero al otro de una manera casi inentendible. Sospecho que debe ser la misma cocina que usó su madre y también su abuela, poco parece haber cambiado por aquí, el tiempo creo es sólo una dimensión importante para las grandes ciudades, acá es algo completamente accesorio.

Nos sentamos a una mesita ratona y comemos la sopa junto a un rico te de muña (http://es.wikipedia.org/wiki/Minthostachys_mollis), pensamos que Anselma se va a sentar con nosotros, pero no, se queda toda chiquita comiendo al lado del fuego. Luego de insistirle varias veces se sienta con nosotros, a pesar de estar contenta de tenernos en su casa, pareciera tener vergüenza. Sólo después de un rato se anima a preguntarnos algunas cositas.

Por la tarde y para ver el atardecer subimos al cerro Pachatata. Primero atravesamos un laberinto de casitas, luego ya seguimos un camino de piedra hasta la cumbre, donde hay unos sitios sagrados en los que una vez por año los lugareños hacen sus fiestas. Desde arriba todo parece etéreo, el atardecer se va demorando y nos regala unos hermosos reflejos plateados. No hay viento ni ruidos, sólo paz. Tanta paz que decidimos quedarnos bien hasta que baje el sol y llegar a las casas con poca luz.

Al llegar, Anselma nos está esperando, estaba un poco preocupada que nos hubiéramos perdido en el cerro. Es que además por la noche la comunidad organiza una fiesta y estamos invitados. Para ir, Anselma nos presta unas cuantas ropas interesantes. Para Mariela miles de atuendos multicolores, parece una muñequita rusa de tantas capas que tiene. Para mí sólo un ponchito y el chuyo :-(.

La banda tarda en aparecer, nadie sabe qué pasó y todos estamos esperando. Y se larga la lluvia con todo. Finalmente aparecen y todo cambia. La banda es francamente malísima, hasta la versión propia de “El condor pasa” es irreconocible. Pero la gente baila y baila sin parar, pareciera que nunca bailaron en su vida. Saltamos y bailamos, pero la altura puede más, casi 4000 metros no son poca cosa.
 
Al rato, la lluvia amaina y entre la garúa volvemos a nuestra casita en la isla, hay que descansar, mañana será otro día intenso.

5 comentarios:

  1. Impresionante!!! Por un momento pensé que estaban en esos cuadros enormes donde uno solo apoya la cabeza y se saca la foto... Qué lindos están!!! :o)
    Besos.

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  2. Jajjaaj Gracias! No, es de verdad, teníamos tanta ropa que casi no nos podíamos mover. Los tejidos que hacen en esa isla y en otra que se llama Taquile son sencillamente increíbles. La gente va por los senderos hilando lana, e incluso los hombres cuando se van a casar le tienen que hacer una camisa a la mujer.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Gracias Vero!! Estamos muy contentos, y se nota en las fotos! Me alegro mucho que haya trabajo, hay que aprovechar! Besote!

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