viernes, 9 de abril de 2010

Bienvenido al Perú

Salimos al mediodía de Copacabana, unos pocos kilómetros bordeando el lago y habremos cambiado de país. ¿Cómo será? ¿Más desarrollado? ¿Y la gente? ¿Será más propensa a hablar? En un ratito llegamos a la frontera y estamos a punto de develarlo.

En general todas las fronteras suelen ser intrínsecamente feas, pueblos fantasmas sin actividad productiva concreta, dedicados al contrabando, arbolitos y estafadores de algún tipo. Nuestra cautelosa guía Lonely Planet for gringos dice que debemos tener cuidado, cuándo no, con los oficiales de las fuerzas de seguridad. La causa, siempre la misma, ¡bribe! El Diego para los amigos.

Llegamos nomás a la frontera, una pequeña cadenita divide ambas patrias. Delante nuestro una chica gringa discute con el oficial de frontera boliviano, que no tengo plata, que si, que tiene que pagar para salir, que son 100 bolivianos, que dónde está el cajero automático?, Jajajaj cajero, acá??? 40 kilómetros hacia atrás… Nuestros pasaportes azules RA hacen la magia, sendas sonrisas cordiales a ambos lados de la frontera y ya está, cruzamos la cadenita.

Con sólo cruzar la frontera hay cambios que son visibles. Se ven campos labrados por doquier, parece haber más pueblos y la gente es definitivamente más comunicativa. ¡Al fin!

Y como aparición estelar: los mototaxis!


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