En lo que va de nuestro viaje, hemos tomado aproximadamente unos 30 buses y visto una cantidad más que considerable de películas. Lamentablemente, la mayoría de ellas, pésimas. Desde una de Cantinflas, hasta Barrio 13 de Luc Besson, pasando por una de Jackie Chan hablada en chino, otra de unos niños cantores del Brasil y una coproducción peruano-estadounidense de los ‘70 sobre cosas raras que suceden en Iquitos, la selección de películas ha sido insufrible.
Las excepciones son contadas: Indiana Jones y la Calavera de Cristal, El Gran Truco, El Tesoro del Amazonas (The Rundown) y la comedia romántica a bordo del eterno viaje en tren de Tupiza a Uyuni (menos mal que al menos tenían buenas películas para sobrellevar la espera).
Yo creía que había presenciado el colmo del cinismo cuando hace más de 10 años, en un bus que atravesaba la cordillera de los Andes, desde Mendoza a Viña del Mar, el chofer no tuvo mejor idea que poner “Viven”. Inmediatamente todos los pasajeros comenzaron a inquietarse y, por suerte, luego de una charla esclarecedora, el chofer entendió la delicadeza de la situación y cambió a una comedia.
Pues bien, en este viaje, el cinismo de aquel chofer fue ampliamente superado por algún ayudante o “terramozo” que no tuvo mejor idea que poner una película llamada “Tráfico de mujeres”, golpe bajo si los hay. Como mujer que está viajando por Latinoamérica esta película te deja bastante intranquila. Otro golpe bajísimo resultó ser una película cristiana, supuestamente pensada con el propósito de evangelizar, que contaba la historia de un matrimonio que empezaba a alejarse de Dios. Él engañaba y golpeaba a la mujer hasta que un día ella se cansa y se separa y, mientras ambos padres incrementan su odio recíproco y se preocupan por cómo cagar al otro en el juicio de divorcio, su hijo muy afectado tiene un accidente y muere.
Hoy en día, donde es tan fácil y tan barato acceder a todo tipo de películas, cuesta entender porqué estos señores eligen “entretener” a sus pasajeros con bodrios de terror como The mountain has eyes II” o una peli recontra vista como “Un paseo en las nubes”. ¿Tanto cuesta elegir una comedia ligera o una de suspenso? Nadie pide un estreno o una ganadora del Oscar pero por lo menos algo que resulte llevadero y que no te deje con un nudo en el estómago.
Pero lo interesante fue la experiencia de una salida típica local:
- Descubrir que acá están todas las mismas cadenas que en Argentina: Cinemark, Village y Hoytts y que no se trata de una salida de lujo como en Buenos Aires (acá la entrada cuesta 9 soles, algo así como unos 12 pesos argentinos, mientras que allá, cuando nos fuimos, la entrada ya rondaba los 25 pesos en el Abasto. ¡Si tan solo ir al cine en Buenos Aires fuera tan accesible!).
- Comprar la entrada en una boletería que parecía más un banco que un cine y que la entrada sea el ticket de compra (por ende, si compras 3, 5 o 10 entradas, igual te dan un solo ticket. Qué complicado debe ser cuando uno del grupo tiene que ir al baño. ¡Imagínense estar pasándose el ticket en medio de la película!).
- Llegar puntualmente a la sala y notar que la función no empieza en horario.
- Mirar los avances de 3 películas de terror (lo que denota tanto el género como la calidad) con todas las luces encendidas (aquí no hay propagandas ni chocolateros).
- Disfrutar de una calidad de audio e imagen precaria, que nos recuerda a la que había en las salas de Argentina, al menos en Buenos Aires, unos 10 años atrás, quizás un poquito más también.
- Ver la película en una pantalla que no se hace WideScreen y con comentarios (y gritos) permanentes de los demás espectadores.
- Que te prendan las luces cuando aún no aparecieron los créditos de la película.
En el camino de regreso al hostel nos prometemos conseguir algunas buenas pelis para tener en la compu en caso de extrema necesidad.
Saludos a todos desde el camino,
Marie
Lima, Perú
30 de marzo de 2010