Cambio de racha. El día de hoy lo hemos pasado super lindo. Arrancamos el día con la intención de conocer el Valle de la Luna y luego pasear por la ciudad. Por lo tanto, nos dirigimos hacia El Prado (la avenida principal) para tomar el bus que nos llevaría hacia el sur de la ciudad. Pero resultó que la calle estaba cortada.
¿Los piquetes nos siguieron hasta acá? No, no. Se trataba de una suerte de feria combinada con actividades recreativas, deportivas y culturales. Había desde juegos de ingenio para niños, toboganes inflables con forma de King Kong (no me dejaron subir), cancha de fútbol, voley y clases de aerobics hasta shows musicales, obras de teatro y demás. Todo organizado hasta donde pudimos averiguar por el gobierno municipal. La verdad es que estaba super agradable y el ambiente distaba de ser proselitista (aunque no soy tan ingenua como para creer que en el fondo no lo tuviera ya que el mes que viene hay elecciones). La gente estaba con sus familias, todos disfrutando. Había una gran concurrencia pero aun así se podía caminar tranquilamente. Después de 10 minutos de aerobics y de voley, nuestros cuerpecitos gritaron: ¡basta! que no resisto. Es imposible saltar y saltar a 3600msnm. Así que salimos medio muertos a tratar de encontrar el bus en alguna de las calles aledañas.

Creo que ya les hemos comentado anteriormente que en Bolivia el sistema de transporte público comprende minibuses, taxis y trufis. Si bien algunos de los buses tienen un número o una letra para identificar su recorrido, no hay un color propio que los identifique ni nada por el estilo. Esto se debe a que no se trata de empresas de transporte con varias unidades. Aquí un señor se compra un minibús y sale a la calle y decide en el momento por dónde irá. Para ello se vale de distintos cartelitos de cartón, generalmente de colores, que pegan en el parabrisas. Creo que las tarifas que cobran están sujetas al mismo albedrío. Además del chofer, en la parte trasera, donde viajan los pasajeros también va un voceador (generalmente algún pariente del chofer/dueño) que se toma la molestia de anunciar en cada cuadra, sacando la cabeza por la ventanilla, cuál es el recorrido. Además, el chófer, cada vez que ve algún potencial pasajero toca bocina. Aquí no hay paradas preestablecidas ni nada que se le parezca.
Uno va tan apretadito en el bus (normalmente van 2 personas en el asiento de adelante y los restantes pasajeros en 4 filas de 3 en la parte de atrás, más el chofer y el voceador) que comparte muchas cosas con los otros pasajeros (todos locales), conversaciones, reflexiones, olores, etc.
El bus va por distintas calles pero siempre hacia abajo. Hasta que en una de esas tantas paradas improvisadas, la ley se hace presente. Aparentemente, el chofer se detuvo en una esquina ignorando la advertencia policial. El policía muy molesto se acercó al bus y le pidió al chofer su licencia. Este se la entregó junto con unos billetes que fueron inmediatamente devueltos por el policía (sí, sí, yo lo vi, lo juró). Hecha la multa, proseguimos río abajo y luego cuesta arriba hasta el Valle de la Luna. Este no resultó tan espectacular como el de San Juan pero no se puede negar que tiene lo suyo: grietas increíbles forjadas por el agua y el viento a lo largo de los milenios. Parece un paraje de ensueño. ¿Estoy despierta? Si leyeron Crónicas Marcianas, este bien podría ser uno de sus escenarios.
Más tarde y con hambre, mucho hambre, descendimos el camino, bordeando la ruta y luego el río hasta el barrio conocido como Zona Sur, supuestamente, lo más top de La Paz y donde vive la creme de la creme. Vagamos sin rumbo en busca de un bar o restaurant pero estos se negaban a aparecer y los más cercanos, según nos informaron, estaban como a unas 20 cuadras. Agobiados por el calor y el hambre, hicimos unas cuadras más e imaginen nuestra sorpresa cuando de golpe, sin aviso previo, apareció un supermercado. Sí, sí, un super. No veíamos uno desde que dejamos Argentina. Entramos sin dudarlo para aprovisionarnos de lo necesario para un picnic y, después de pagar con tarjeta (otro invento moderno que no habíamos podido utilizar fuera de la Argentina) nos fuimos hasta una linda placita a almorzar (si todavía se le puede llamar almuerzo a las 5 de la tarde). Después seguimos recorriendo esta linda zona. Realmente hay casas espectaculares. Nada que ver con lo que vimos ayer en el centro.
Y para coronar la velada, nos volvimos en un minibús hablando con una chola. Síiiii, finalmente lo logramos. Parece que el truco fue decir que éramos argentinos y allí sucedió la magia. Pero esto no terminó allí. Varios pasajeros del bus se preocuparon por indicarnos dónde debíamos bajarnos para que no nos pasáramos y hasta nos dieron la bienvenida a su país.
En conclusión, hoy lo pasamos super lindo. Un poco de actividad física, paisajes imponentes, barrios lindos, gente amable. No podíamos pedir más. En lo personal, Sopocachi y la Zona Sur son lo que más me ha gustado de la Paz hasta ahora. No es por desmerecer a nadie pero es lo más parecido a nuestra casa.
Saludos a todos desde el camino,
Marie
La Paz, Bolivia
07 de marzo de 2010
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