Hoy dejamos La Paz con nuestras amigas uruguayas y nos vinimos a Copacabana, una pequeña población en una hermosa península a orillas del lago Titicaca. El paisaje es impactante. En alguna medida, se parece a los paisajes del sur argentino, con los lagos bien azules y las montañas nevadas de fondo. Es un remanso. Después de tanto caos y cemento, realmente necesitábamos estar más cerca de la naturaleza. Eso sí, nadie nos avisó que para llegar aquí había que cruzar el Estrecho de Tiquina, que conecta al Lago Huyñaymarka con el Titicaca. Por lo que, cuando llegamos a San Pablo de Tiquina, nos tuvimos que bajar del bus, abordar una lancha y observar con dedos cruzados como nuestro bus se subía a una balsa, con todo nuestro equipaje abordo, y cruzaba lentamente el estrecho hasta llegar del otro lado (San Pedro de Tiquina), donde lo esperábamos ansiosos. Una imagen que no olvidaremos nunca además de la del bus en la balsa es la de un minibús lleno de ovejas cruzando en otra balsa.
Lo que más me sorprendió de Copacabana fue su iglesia, por su ornamentación pseudo mayólica tipo morisca y por el tamaño descomunal de su explanada. Es la explanada más grande que hemos visto en todo Bolivia. No hay proporción con el tamaño del pueblo. Sin embargo, aparentemente, esto tiene su explicación en el hecho de que la iglesia alberga la imagen de la virgen de Copacabana, objeto de adoración de miles de fieles que peregrinan hasta aquí desde La Paz para venerarla.
De la iglesia hacia el lago baja la calle principal donde abundan, por no decir sobran, locales de venta de souvenirs (especialmente tejidos) y restaurants, uno al lado del otro hasta llegar a la playa. Dada la gran oferta, nos decidimos por el restaurant más barato.
Mala elección: a pesar de constar de sopa, principal y postre, el menú resultó escasísimo. Además, el ambiente estaba muy frío. Conclusión: no bien salimos, entramos al boliche de al lado para complementar la cena y volver a entrar en calor. Aquí sí pudimos relajarnos y pasar un rato más que agradable en los sillones, en compañía de nuestras amigas y de otro chico argentino.
Ya repuestos, nos volvimos a nuestros respectivos alojamientos pero estos ya habían cerrado sus puertas, más precisamente, sus persianas metálicas. No eran ni las once.
Inmediatamente nos vino a la mente la escena tan famosa donde un Diego Torres desesperado gritaba: ¡Guardia!!! En este caso, deberíamos gritar ¡Sereno!
En fin, debimos golpear con todas nuestras energías para lograr que el Sr. sereno despertara y nos abriera la puerta para ir a… dormir. Y colorín, colorado este cuento ha terminado (la vida aquí termina muy temprano). A dormir.
Saludos a todos desde el camino,
Marie
Copacabana, La Paz, Bolivia
09 de marzo de 2010
La foto de la iglesia es IMPRESIONANTE! Muy bien el fotógrafo, eh! :-P
ResponderEliminarChas Gracias! Chas Gracias! Es mayormente mérito de la luz y de los que hicieron la catedral! :-) Tenemos que ver cómo solucionar el tema de las fotos, porque con flickr andamos medios cortos de espacio, creo que nos vamos a pasar a Picassa. Abrazo!!!
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