El día comienza y otra vez estamos en el camino en búsqueda de nuevas aventuras, hoy domingo volvemos a subir los Andes con la esperanza de que nos den un merecido respiro climático. ¿El destino? Cuenca. Dicen por ahí que es la ciudad más bonita del Ecuador, con hermosas iglesias coloniales y queremos confirmarlo.
Enfilamos hacia la terminal, compramos el boleto y subimos a un bus de San Luis en estado medio dudoso. Miro, y el resto de los buses también son parecidos, los doble piso no gozan de fama aquí y son raros de encontrar. Supongo ingenuamente que en un país pequeño se llega rápidamente a todos lados y que por ello no hay necesidad, pero la circunstancias me demostrarían como tantas veces que estaría equivocado. Las mochilas, como en Bolivia, sin ticket ni nada.
No bien salir de la terminal, comienza un incesante desfile de personajes variopintos que suben a ofrecer sus labores y sus historias. El primero nos ofrece bijouterie, porque la feria en la que iba a exponer no se realizó. Unos minutos más adelante, el segundo vende chocolates y su yeite para conseguir la atención es regalar galletitas a quienes le contesten correctamente preguntas sencillas. ¿Cuántos 9 hay en los primeros 100 números? Nadie acertó… El tercero vende sus helados Pingüino, y esto ya es bien bizarro, chifles, papas, choclos y hasta sandía terminan de completar la variada oferta informal. Incluso paramos a cargar gasoil por ahí. El camino me demostraría que por estos lares el combustible se carga siempre con la gente arriba del bus y luego de haber salido de la terminal y no antes de salir, como todo el mundo podría pensar.
Cruzamos plantaciones de bananas y bananas y más bananas, nunca vi tantas en mi vida. Con razón el hombre más rico de aquí se dedica a esto.
De allí la carretera abandona definitivamente el fértil plano, los pueblos y los vendedores ambulantes y serpenteando con dificultad se va internando en los Andes. Las laderas occidentales, son un espectáculo magnífico, difícil de igualar. Avanzamos entre selva húmeda y rodeados por copiosa niebla, el espectáculo es misterioso e inigualable y sólo faltan los gorilas (Por Gorilas en la niebla…) Con tesón y paciencia por una angosta carretera vamos ganando metros, perdiendo temperatura y cambiando de paisaje. Arriba el frío es fuerte y la vegetación rala, la selva va dejando de a poco lugar al páramo que conforma al Parque Nacional Cajas y su sinnúmero de lagunas laberínticas. El paisaje sigue siendo hermoso, pero ahora frío y desértico, duro.
Ya llevamos 5 horas y las piernas piden a gritos un poquito más de espacio, es cierto, no hemos tenido suerte con el bus esta vez. Serán así el resto del viaje en Ecuador?
Finalmente cuando ya estábamos intentando hacer la parabólica humana para estirar las piernas, entramos en Cuenca, la ciudad parece bonita, bien bonita, enclavada en un valle verde y rodeada de un montón de cúpulas de iglesia, la mayoría en forma de domo. Parece que por todos lados hay panaderías y muchos lugares donde venden cosas ricas. Eso es muy bueno…
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