De el romance del fin y muerte del General Juan Galo de Lavalle
El río Grande serpentea
como mercurio brillante,
testigo callado de luchas y matanzas.
Ejércitos del Inca,
caravanas de cautivos,
columnas de Conquistadores,
caballerías patriotas.
Para arriba, para abajo.
Y luego noches de silencio mineral
en que vuelve a sentirse el solo murmullo del río Grande,
imponiéndose
lenta pero seguramente,
sobre los sangrientos pero tan transitorios
combates entre los hombres.
Los guerreros vivaquean en la noche helada,
y una voz,
la voz de Damasita,
canta su dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario