Salimos bien tempranito con rumbo norte, siempre norte hasta la ciudad de Pasto. Aquí nos recomendaron viajar, al menos en el sur de Colombia, siempre de día. Parece ser que los cacos comunes y las FARC prefieren la oscuridad de la noche para hacer sus fechorías, por lo que por las dudas preferimos salir siempre con el alba de ser posible. Menuda tarea despertarse con el sol!
La primera sorpresa es que por estos lares se puede regatear el precio de los buses de larga distancia. Si usted llega a la ventanilla y acepta lo que le ofrecen sin más, como haría en otros países, entonces sepa que está pagando por lo menos un 10% adicional al valor real. Si da un par de vueltas y se hace el indeciso, entonces le dan su descuentico. En un viaje no es mucho, pero si va a cruzar todo el país, entonces todo cuenta.
La segunda es que en la buseta de Transipiales tenemos como compañero de viaje un pichicho con pañales! Si, con pañales. También observamos con cierta sorpresa que de Ecuador para arriba, a la gente le encanta “disfrazar” a sus pichichos con trajecitos, sombreros y unas cuantos otros atuendos.
Salimos con el alba, y antes de las 7 estamos en la terminal. En 20 minutos conseguimos bus y salimos para el norte. El paisaje es bellísimo, vamos circulando por una ruta serpenteante, entre colinas quebradas de un verde intenso. La niebla matutina que el sol va rasgando de a poco añade dramatismo al camino. Después de un rato, terminamos bordeando la vera de un profundo cañón. Chofer, ponga atención al camino, no le vaya a errar a la próxima curva!!! Aquí la cordillera de los Andes se ensancha y se divide en 3, inventando paisajes de novela, propios de Indiana Jones, o bien de Tras la esmeralda perdida (http://www.imdb.com/title/tt0088011/), se acuerdan?.
Después de un largo rato llegamos a nuestro destino final, la ciudad de Pasto, donde viven los pastuzos :-) Suena gracioso, no?. La cuestión es que es nuestro destino por hoy, pero el bus sigue a Cali, haciendo una parada para desayunar en la terminal. No recuerdo bien, pero por una de esas cosas del destino nos pusimos a hablar con la gente del perro con pañales y terminamos tomando un desayuno también con un aventurero vietnamita que anda por acá. La señora del local nos ofrece un rico chicarrón (cerdo frito) y carne a la cacerola para comenzar el día. Cerdo frito? Pero doña… son las 9 de la mañana!… No tiene mejor un tinto? (Tinto = Café negro). Sandra, la señora del perro termina invitándonos a pasar por su casa en Cali antes de subir nuevamente al bus.
De aquí nos vamos a visitar el parque nacional más pequeño de Colombia, una hermosa isla en la laguna de La Cocha, a la que llegaríamos después de esperar llenar el cupo del taxi compartido. Estuvimos como una hora esperando que llegara el cuarto pasajero! Nuevamente el paisaje nos sorprende. Ahora pareciera que estamos en Patagonia. Hace frío, está por llover y hay montañas por todos lados. La laguna hasta parece el lago Nahuel Huapi en un día ventoso.
Caminamos hasta el fin del muelle y luego de una ardua negociación un señor macanudo nos lleva con su lanchita hasta la pequeña isla. El trayecto es muy pintoresco, una mezcla de las casitas del Tigre, todas sobre pilotes, pero pintadas como en Caminito, y muchas de madera como en la Patagonia chilena y llenas de flores. El lago, como ya dijimos parece el Nahuel Huapi.
La isla es una maravilla, la vegetación, propia del bosque nuboso y frío. Hongos por todos lados, bromelias y hojas de potus de tamaños nunca vistos. Estoy fascinado con los juegos de luces que crean las hojas y la humedad de la vegetación. La cámara saca y saca, cómo quiero a esta batería! Nos apuramos para volver porque el señor nos espera en su canoa que se agita como una cáscara de nuez mientras volvemos a tierra firme, hasta creo que le entraba un poco de agua por las juntas. Mamita! Parece mentira estar a unos pocos grados del Ecuador y con tanto frío y viento.
De vuelta en el pueblo Marie degustó un rico yogurth de café y yo unas empanaditas de añejo para saciar el hambre luego de tanta aventura, después de hacer una recorrida por la plaza principal y ver algunas iglesias realmente viejas. El sur de Colombia no deja de sorprendernos, no se parece en nada a un país tropical como habíamos imaginado.