En el corazón de Sudamérica y compartida por 8 países se encuentra la mayor selva tropical del mundo, el Amazonas, cuna de innumerable cantidad de especies animales y vegetales. Quién no ha soñado alguna vez con conocer ese mundo especial?, misterioso, casi una caja de sorpresas. Además, la parte occidental y que limita con los contrafuertes andinos es una de las zonas con mayor biodiversidad por hectárea del planeta. Se calcula que en una sola hectárea de esta selva hay más especies que en toda Europa.
Por varias razones, la selva nos venía siendo esquiva en Bolivia y en Perú. Bien necesitábamos hacer interminables jornadas de 25 horas o más por carreteras completamente embarradas o tomar costosos aviones a ciudades como Iquitos, a las cuales no se puede llegar por tierra. Sin embargo, aquí en Ecuador la tenemos al alcance de la mano, y hacia allá vamos.
Seguimos más o menos el derrotero de Francisco de Orellana, el primer hombre blanco en descubrir y bajar el Amazonas hasta el Atlántico. Salimos de Quito hacia el Este por la noche y llegamos bien temprano por la mañana a Lago Agrio, un pueblo de dudosa reputación junto a la frontera colombiana. De aquí comienza en bus nuestra camino, ahora ya por tierras selváticas pero completamente depredadas por las actividades de las petroleras. 2 horas más nos dejan en el puente del Cuyabeno, de aquí sólo podemos seguir en canoa a motor, se terminaron los caminos y sólo queda aprovechar los ríos.
De a poquito nos vamos internando en la espesura, y el panorama se vuelve mágico, casi surreal. En cierto sentido se parece a navegar por el delta pienso, aunque bastante más tupido y cerrado. Vamos por un río marrón y los monos no tardan en aparecer. Seguimos zigzagueando por el curso del río hasta que empieza a llover. Y la lluvia acá es gruesa y no para. Nos tapamos con todo lo que tenemos y más, pero el temporal arrecia y parece que se viene el mundo abajo. Nunca vi caer tanta agua en tan poco tiempo. Seguimos como podemos, cada vez más despacio, pues no se ve mucho, pero solo es cuestión de paciencia.
Finalmente el temporal amaina y llegamos a nuestro destino/campamento. Son unas cabañas elevadas, como las del Tigre, básicas pero bonitas, y hay bichos y más bichos por todos lados. De a poco se hace de noche, y ahí empieza la sinfonía de sonidos, es increíble, incluso sólo podemos identificar menos de la mitad de lo que escuchamos. Con la noche de telón de fondo nos vamos a comer, y ahí saludamos a nuestra amiga la tarántula que cuida el quincho, y al caimán que viene todas las noches. Mañana será el día para salir a caminar y probar las hormigas limón.
Otra maravillosa experiencia. Besos Gra
ResponderEliminarQue lindo lugar Juampi! Cuidado con el candirú!!
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