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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Éxodo aéreo: abandonando una isla bananera

PA06_00363 Enclavado en el remoto noreste panameño, cercano a la frontera costarricense y rodeado de verdes junglas, mares paradisíacos y cultura afro-reggae se encuentra un archipiélago mágico, en el cual se pueden experimentar olas de clase mundial, coloridas barreras de coral, hermosas playas y bueno, muchas bananas.

Bocas del Toro sí es un verdadero edén y, como tal, está bien aislado de la “civilización” . Nuestros días allí a puro sol y pececitos tropicales lo atestiguan pero, ojo al piojo, también puede convertirse en una trampa mortal y, con un rápido giro del destino, nuestra isla de ensueño se transforma en un Alcatraz caribeño. ¿Y quién es el culpable de esta trágica situación? Las bananas, ¡claro! Tan ricas pero tan célebremente ilustres como elemento de dominación en toda la región.

Allí estábamos, empapando nuestros sentidos de la magia caribeña en la otrora base de operaciones de la United Fruit Company, cuando escuchamos en un vetusto televisor que había algún problemilla con una ley pasada por el gobierno (situación bastante común en Latinoamérica) y que la cosa se estaba poniendo espesa.

PA06_00398 Los detalles son nimios pero lo importante es que la población local, empobrecidos trabajadores bananeros que casi nada tienen que perder en el tira y afloje, estaba muy molesta y lo demostró en un principio estableciendo sucesivas barricadas sobre la ruta hacia Costa Rica (la misma que pensábamos tomar). Hasta aquí, todo normal y esperable, hasta diríamos saludable para el desarrollo de la región. Todos sabemos que no hay Latinoamérica viable ni auténtica sin este tipo de habituales escaramuzas.

Pero, claro, nuestro entrenamiento en “crisis management” no contemplaba que por estas latitudes los conflictos de este tipo suelen encararse de una manera un poco más violenta que lo habitual en tierras australes. Así, con nuestras “orejeras” sureñas y alentados por los comentarios optimistas de los isleños, decidimos esperar un día más con la esperanza de una pronta resolución. Sin embargo, el alba del día siguiente nos despertó con la noticia de que no sólo la carretera a la frontera con Costa Rica estaba cortada, sino que ahora también estaban bloqueados el camino de regreso a la costa pacífica y al otro cruce fronterizo.

PA06_00391 Ya sin escapatoria posible de la isla, comenzamos a especular con una efectiva intervención presidencial. Nuestros augurios se vieron desahuciados por las batallas campales que estaban tomando forma en tierra firme, a escasos kilómetros de nuestro reducto isleño. Por un lado, las balas (no de goma sino de verdad) y por el otro, hordas imbuidas de machetes y palos. El saldo: 5 muertos, 300 heridos y unos 4 policías tomados de rehén, un conflicto a punto de proyectarse nacionalmente y una ciudad y su aeropuerto completamente tomados.

Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos? Mejor dicho, ¿cómo salimos de acá? Nos encontrábamos en el centro del huracán, el aire a nuestro alrededor todo enrarecido pero a la vez la calma era pavorosa. La incertidumbre de qué hacer crecía cada vez más mientras los días pasaban inexorablemente. En la isla, la provisión de productos comenzaba a escasear. Esto, sumado a la amenaza latente de que el próximo bastión sería la isla, empujaba a los pocos extranjeros que quedaban a subirse a endebles cayucos, cual balseros cubanos, para cruzar de ilegales a territorio costarricense, unos 60 km de improvisada travesía en mar abierto.

PA07_00451 Con la noticia de que el presidente panameño iría a ver la final de la copa del mundo en vez de atender el problema, nos terminamos de convencer de que lo mejor sería eyectarse de la isla lo más rápido posible. Por suerte, teníamos un pequeñito aeropuerto a mano, así que decidimos ir a por él. Entre aviones que descargaban tropas armadas hasta los dientes, descubrimos que el escape a la felicidad (la ciudad más cercana fuera de la zona de conflicto) nos costaba 60 dólares en una avioneta muy simpática a la que apodamos “la chancha” por motivos que sabrán dilucidar.

Cerramos los ojos, hicimos de tripa corazón y canjeamos los billetitos por un cartón de embarque que sería nuestro pasaporte y escape final. A pesar de todo, especialmente nuestras dudas, la pequeña aeronave (no más de 40 asientos) sí se elevó con esfuerzo por sobre la realidad mundana, remontándonos hacia el cielo y dándonos la tranquilidad que estábamos anhelando. En sólo media hora habíamos pasado del Atlántico al Pacífico, y de allí, ¡directo a Costa Rica!

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miércoles, 18 de agosto de 2010

Se busca capitán

Cruzar de Colombia a Panamá puede ser toda una aventura. Al no haber opción terrestre alguna, solo resta decidir si hacerlo en forma aérea o marítima.

La primera opción ofrece la comodidad de estar en el destino en menos de una hora (3hs. como máximo si tenemos en cuenta los tiempos de check-in y retiro de equipaje). Contras: el horario del vuelo (sale y llega de noche), el precio del pasaje, el costo del traslado desde y hacia el aeropuerto, y el hecho de que resulta imposible convencer a las aerolíneas de venderte un solo tramo (ida) pues aparentemente las autoridades panameñas exigen que uno tenga un pasaje de salida del país y, en caso de que le negaran la entrada a Panamá, la aerolínea debería correr con el cargo de llevarte de vuelta al país de origen.

PA01-00001 La segunda opción es un poco más cara que la primera (si las comparamos nominalmente) pero mucho más romántica. Requiere de coraje y tiempo pues implica navegar 5 o 6 días en velero, a saber, 2 días en alta mar y 3 o 4 días recorriendo las Islas de San Blas. Aventureros y románticos como somos, obviamente nos decidimos por esta opción. Así nos abocamos a la tarea de encontrar un barco y un capitán de buena reputación que nos llevara a destino sanos y salvos.

La tarea resultó mucho más complicada de lo que esperábamos. Como se trata de una actividad “informal”, no hay un lugar oficial dónde averiguar ni un sitio web que centralice la información de los barcos, sus capitanes y sus fechas de viajes. Recabar toda la data es arduo. Hay que ir a preguntando con cuidado a los hostels, mirar atentamente las carteleras y después hacer una exhaustiva búsqueda en la Web. Una vez que identificamos los veleros con partidas “programadas” para esa semana, nos sumergimos en la Web a bucear por referencias y experiencias de otros viajeros a fin de determinar si se trataba de un capitán confiable. No querríamos terminar presos porque al capi se le ocurrió llevar un par de kilitos de coca o a la deriva porque al capi le gusta tomar un poco demasiado ron y se termina cayendo por la borda (son ejemplos reales). Una vez que descartamos los que nos parecían poco serios, nos dirigimos al club náutico (ha de ser el club náutico menos glamoroso de todo el mundo) para ver los barcos in situ y conocer personalmente a sus respectivos capitanes.

PA01bis_00023 Así es como dimos con Bruno e Ingrid, una pareja de canarios que están recorriendo el mundo en velero y hace un año que se dedican a cruzar gente entre Colombia y Panamá. El velero de 40 pies, el Güinfly, no es lujoso ni nada parecido. Es bien sencillo y algo más pequeño de lo que hubiéramos querido (especialmente si tenemos en cuenta que en total seríamos 10 personas a bordo). La ventaja es que la superficie de la cubierta es antideslizante y está libres de obstáculos (léase molinetes, cornamusas, etc.) que pudieran hacerlo a uno tropezar y caer al agua. A pesar de su look bohemio (más apropiado para el percusionista de Manu Chao que para un hombre de mar), Bruno nos pareció muy responsable y, después de analizar otras opciones para ver si podíamos zarpar antes, decidimos ir con él (lo que implicaba pasar unos días más de lo previsto en la agobiante Cartagena).

Por fin teníamos capitán y fecha de zarpe: salíamos el 10 de junio aunque nos perdiéramos el primer partido de la selección. Mientras aguardábamos la partida, nos preguntamos: ¿Cómo será estar rodeados de agua y no ver tierra por dos días? ¿Se moverá mucho el velero? ¿Nos marearemos? ¿Qué pasa si nos agarra una tormenta en alta mar?

No importa. ¡Panamá allá vamos! Capitán, ponga rumbo sudoeste por favor!!!

Saludos a todos desde el camino,

Marie
Cartagena, Colombia 
10 de junio de 2010