Ciudad colonial 2: Granada
Después de morirnos de calor por más de dos horas a bordo del bus, llegamos a la perlita de Nicaragua: la colonial Granada. Dimos un par de vueltas hasta dar con el hostal (La Siesta) donde íbamos a alojarnos, estábamos casi desmayados. Por suerte, allí estaba Marcela lista para darnos la bienvenida con un vaso de jugo fresco en la mano. Dejó que nos repusiéramos y nos explicó que tenía todas las habitaciones ocupadas pero, muy predispuesta, nos sugirió varios lugares económicos donde podíamos alojarnos. Es más se ofreció a cuidarnos el equipaje mientras íbamos a recorrer los otros lugares. En eso llegó el dueño, Boris (francés si no recuerdo mal), muy amable él también, y comenzó a recomendarnos cosas para hacer y lugares para visitar en Nicaragua. ¡Qué placer esta gente!
Una vez instalados en nuestro nuevo hogar temporal, y repuestos del golpe de calor, salimos a recorrer la ciudad. Enseguida nos perdemos por sus callecitas desiertas. Es una ciudad que invita a caminarla. No destaca mucho por su arquitectura, con excepción de un par de iglesias, pero sí por su colorido. Por los tonos de las fachadas de sus casas tradicionales bien podría decirse que se trata de la paleta de un pintor. Todos los techitos de tejas a dos aguas vistos desde el campanario de una de las iglesias más antiguas forman un gran tablero terracota y lo transportan a uno a los años de la colonia. En eso, por la calle pasa un carruaje tirado por un caballo y el cuadro es perfecto. Una parada imperdible es la catedral: es tan grande y robusta que no cabe en ninguna foto. Intentamos varias tomas, desde distintos puntos, pero nada funciona. La mole amarilla es inabarcable.
Resulta especialmente un placer andar por las callecitas granadinas cuando va cayendo la tarde (y cede el calor) y descubrir los distintos bares, restaurantes y bistrós en los que uno puede sentarse a descansar y disfrutar de algún platillo de la gastronomía nica. Nosotros no tuvimos suerte con los platos típicos (vigorón) pero sí comimos de 10 en un bistró francés. Es que al ser patrimonio de la humanidad, hoy las propiedades en Granada se cotizan a precios internacionales y los extranjeros adinerados son prácticamente los únicos que pueden darse el lujo de invertir aquí.
Los hoteles 5 estrellas contrastan con la pobreza de los lugareños. Hay muy pocos establecimientos en manos de los nicas. Basta tan solo hacer unas cuadras hacia el sur, pasando el mercado, y ya empieza a vislumbrarse la realidad de esta gente. Lo bueno es que mantienen el espíritu y no pierden la sonrisa ante la adversidad. Afortunadamente no se ven personas desnutridas o raquíticas pero indigencia sí se nota la en los animales: perros, gatos y caballos flaquísimos, menos que piel y hueso.
Caminando y caminando descubrimos un museo del chocolate (recién inaugurado) donde explicaban la historia y el proceso de elaboración de este elixir. Como no podía ser de otra manera, el dueño era un chico francés quien muy amablemente nos explicó el tema de los porcentajes y nos dio a probar el chocolate de la casa. ¡Exquisito!
De regreso en nuestro hostal, nos llevamos flor de sorpresa al escuchar el arribo de otros huéspedes. ‘Perate que yo ese acento lo conozco: son argentos!!! Después de más de dos meses volvíamos a cruzarnos con otros argentinos y, lo que son las vueltas de la vida, del barrio de Almagro!!! Resulta que los chicos, Soledad y Javier, habían partido de Bs.As. con rumbo a Venezuela y con la idea de recorrer Colombia y Centroamérica hasta México y luego regresar más o menos por la misma ruta. Con ellos pudimos volver a compartir los códigos argentos y comparar experiencias de viaje y recomendaciones. Después de unos buenos momentos juntos, nos despedimos con la esperanza de volvernos a cruzar en el camino y deseándoles todo lo mejor en su trayecto a México. A nosotros todavía nos falta un poco para México. Por ahora, nos espera la naturaleza nica.
Esta historia continuará…
Saludos a todos desde el camino,
Marie
5 de agosto de 2010
León, Nicaragua
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