A tiro de piedra de Bogotá y engarzado entre verdes colinas en las que se desarrolla una incipiente actividad agrícola está el pintoresco pueblito de Zipaquirá. Aquí, se encuentra uno de los sitios más surreales de toda Sudamérica, y además, como muchos lugares de Colombia, goza de muy poca difusión: una catedral construida íntegramente en sal, unos cuantos metros bajo tierra dentro de una mina abandonada. ¡Guau! Solo detenerse a pensar en semejante idea suena alocado, y además, probaría ser uno de esos lugares privilegiados en los que la imaginación es ampliamente arrasada por la realidad. Es cierto que en Latinoamérica podemos encontrar miles de iglesias de todo tipo y color pero… ¡encontrar una dentro de una mina de sal! Esto sí que suena raro. ¡Claro, además teniendo la catedral adentro de la mina se ahorran los problemas de lluvia!
Luego de deambular un poco por el pueblo buscando el lugar exacto, y a pesar de que unas cuantas parrillas que ofrecían carne se interpusieron en nuestro camino y casi frustran nuestra misión, llegamos. Los corderitos y terneros (aquí les dicen mamonas) al asador tienen muy buena pinta y, especialmente, aroma. Pero vayamos a lo nuestro sin divagarnos en añoranzas gastronómicas.
Así como en Bolivia los mineros veneran a la virgen del socavón, aquí hace casi 60 años, a alguien le llamó la atención el fervor con el que los trabajadores invocaban a la virgen para que los protegiera de accidentes. Ellos, le habían construido una humilde capilla dentro de la mina, adonde todos los días le llevaban ofrendas y le regalaban rezos previo a la faena. Después de un tiempo, nuestro amigo Flanders colombiano (Luis Ángel Arango) convenció a todo el pueblo y a unos cuantos miembros acaudalados e influyentes de la sociedad sobre la conveniencia de realizarle algunas pequeñas ampliaciones a esta capilla. Con los años, esas pequeñas anexiones fueron moldeando enormes espacios vacíos dentro de sectores ya fuera de uso de la mina, pero adyacentes a otros que sí siguen en funcionamiento.
Así, de a poco, la particular construcción comenzó a cobrar renombre cada vez más lejos del pueblo, y mucha gente acudió, no solo a visitar a la virgen de los mineros, sino también para apreciar la extraña maravilla arquitectónica que se estaba gestando. Lamentablemente, resultó ser que para construir la catedral original no se siguieron ciertos patrones de seguridad y, eventualmente (y debido a la gran cantidad de visitantes), algunas secciones comenzaron a sufrir derrumbes. Finalmente, a principios de los ‘90 el gobierno municipal temiendo alguna tragedia decidió clausurar definitivamente la catedral, ahora sí un sitio turístico por excelencia, y llamar a concurso para realizar en su lugar una aún más imponente.
Esta sí, la actual, es enorme y dada la gran cantidad de pasadizos sólo puede visitarse con guía, no sea cosa que rezando unos rosarios uno se pierda y lo tengan que ir a buscar con defensa civil. Hay tantos recovecos que supongo que uno terminaría rezando para que lo encuentren. ¡Cuack! Al comenzar se recorren unos cuantos metros por una galería principal que va internándose hacia las profundidades de la mina. Luego de 10 minutos, a ambos costados de la galería pueden apreciarse excelentemente logradas estaciones del vía crucis, todas ambientadas con llamativos juegos de luces.
Después de atravesar todas las estaciones se llega a una especie de balcón que hace de atalaya sobre la nave central de la catedral: una bóveda enorme, probablemente de 250 metros de largo por 25 de alto y unos 20 de ancho, flanqueada por solidas columnas a ambos lados. La atmósfera es sobrecogedora y bizarra. Este lugar sí es realmente extraño. Entonces la Catedral no es simplemente una catedral como las que estamos acostumbrados a ver sino, más bien, un conjunto de espacios interconectados por galerías a más de 60 metros por debajo de la superficie. Como sucede siempre que uno está bajo tantos metros de tierra, es inevitable pensar brevemente qué sucedería si hubiera un terremoto. Al menos aquí estamos a la buena de dios. ¡Cuack! ¡Cuack!
Bajamos al nivel inferior y apreciamos también unas capillas laterales preciosas. El altar y, especialmente, la sacristía hasta pudieran ser el set de una nave espacial en una película de Bela Lugosi. Finalmente saliendo por un costadito de la nave central está la avanzada capitalista: un cine 3D (que también sirve como salón de conferencias), un vende chucherías, un vende esmeraldas, y un café. Nos pedimos el cortadito más barato pensando en que probablemente sea el que más lejos de la superficie de la tierra hayamos tomado. Sólo nos queda tomar café en un submarino. ¡Qué privilegio! Para completar el cuadro, unos metros más allá hay un estanque de unos pocos centímetros de profundidad cuyas aguas, debido a las particulares características del fondo, se convierten en un espejo perfecto. Subimos de vuelta a la superficie y recorremos los meandrosos senderos mientras nuestros ojos se acostumbran nuevamente a la luz diurna teniendo la certeza de que es uno de los lugares más extraños que hemos visitado.
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ResponderEliminarMuy raro... pero pintoresco, la verdad... Y muy buenas las fotos. Antes les había sugerido en un comentario (que nunca apareció) que suban las fotos a esos sitios que te pagan por cada descarga que otro haga de las fotos, lamentablemente no conozco ninguno para recomendar, pero que hay, hay...
ResponderEliminarMuy buena idea la de Mayno, coticen el blog y las fotos. Así juntan para seguir viajando. Ay ni que Marie fuera nieta de sus abuelos,e hija de su madre( que vengo a ser yo)!!! que le gusta tanto viajar.Este lugar me enloqueció desde que vi las primeras fotos.
ResponderEliminarAh en Guatemala Regina está esperándolos.Me dijo" ya estan muy cerquita".Besos y a seguir disfrutando
Fua!, increible, falta algunos de esos locos con la musica punchi punchi, y te armas un rave ahi adentro...muy psicodelico
ResponderEliminarJajaja, eso si que sería loco una rave electrónica adentro de una catedral de sal...
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