viernes, 2 de julio de 2010

Una ciudad blanca

CO04-00118 Luego de visitar la hermosa laguna de La Cocha, hoy vamos desde la sureña Pasto hacia la ciudad blanca, Popayán, capital del departamento del Cauca y que alguna vez supo ser por corto tiempo capital de Colombia. Como siempre, salimos bien tempranito, casi con el alba a recorrer las rutas colombianas hacia la zona del Volcán Puracé.

Después de hacer los arreglos correspondientes abordamos el micro, aquí le dicen buseta, que nos va a llevar hacia allí. Para empezar nos llevamos una sorpresa, no es cómoda ni grande como el bus en el que viajamos ayer, sino todo lo contrario, medio viejito, chiquito y algo destartalado. Ideal para tomar las curvas a toda velocidad! Parece ser que hay que preguntar qué tipo de servicio es, y si bien hay diferentes, todos cuestan lo mismo. Yo no lo entiendo, pero bueh :-)

Al igual que ayer el camino es muy interesante, seguimos remontando por otro cañón el cauce de algún río caudaloso que nace por aquí. Estamos en una de las áreas en la cual se hace sentir la presencia de la guerrilla con mayor énfasis. Resulta ser que la accidentada geografía de esta zona contribuye bastante, es una zona de “cruce” entre las cordilleras y consecuentemente se ven soldados patrullando y portando ametralladoras con bastante asiduidad. Incluso después de unas horas de viaje nos paran, mientras realizan un control de rutina en la carretera, simplemente chequeando documentos. A pesar de la intimidante parafernalia armamentística, estos jóvenes, casi adolescentes con fusil, al ver nuestros pasaportes son extremadamente amables con nosotros.

CO04-00129 El paisaje es realmente bonito, pero después de unas horas en estos asientos duros, el viaje se empieza a hacer interminable, nos estamos muriendo de calor y el chofer para a cada rato a levantar gente. Suerte que este iba directo! Faltando media hora para llegar, el buen hombre no tiene mejor idea que parar a almorzar. Chofer, si ya estábamos por llegar!!

El centro de la ciudad es luminoso, colonial, todo pintado de blanco, y según me cuentan lo tuvieron que reconstruir luego del terremoto de 1983. En cierto sentido se parece un poco también a Sucre, la ciudad blanca de Bolivia. Aquí también hay muchos estudiantes por doquier, pero realmente pocos turistas. Por las calles también se ven puestitos de venta de frutas, y adivinen qué, como en todo Latinoamérica, las manzanas, peras, uvas y duraznos son siempre, siempre chilenas.

También nos llama la atención ver por las calles mucha, pero mucha gente mutilada, sin alguna pierna o brazo. Y es que esta sangrienta guerra civil que azota a Colombia hace más de 40 años ha dejado su huella marcada a fuego en la población. Colombia, es el tercer país luego de Iraq y Afganistán con mayor número de heridos de este tipo. Si ustedes creían que la historia republicana argentina es un tanto confusa, una breve revisión a la historia colombiana los dejará pasmados. La lista de golpes de estado, sucesiones de presidentes que duran menos de 1 año, atentados, asesinatos, guerras internas y sucesos de este tipo son interminables, y como cereza del postre está el inmenso negocio que implica tener el monopolio de la producción del 80% de la cocaína que se vende en Estados Unidos y Europa. A estas alturas esto es una verdadera ensalada donde solo resalta una palabra, violencia. También es un drama común, especialmente aquí en el sur del país, la cantidad de desplazados que tuvieron que dejar atrás sus tierras y hogares para evitar las masacres, las represalias y los reclutamientos forzados. Aún hoy, y luego de casi 8 años de franca retirada y debilitamiento de los movimientos armados (FARC, ELN, Paramilitares), el estado colombiano gobierna efectivamente sobre sólo el 60% del territorio. El otro 40% bueno, es literalmente tierra de nadie. Es como si la década del 70 todavía no se quisiera terminado del todo por aquí y hubiera dos realidades paralelas, una en las grandes ciudades y otra en las zonas rurales.

CO04-00124 Paradójicamente, y a pesar de todos estos contratiempos, la gente colombiana exhibe alegría, franqueza y buena predisposición por doquier. Probablemente pienso, para una sociedad tan golpeada y con tantos problemas a cuestas, sólo queda disfrutar el aquí y ahora, sin pensar demasiado en otras cosas. Dentro de poco tiempo hay elecciones y veremos cómo sigue la cosa. Llama la atención el alto nivel de popularidad que tiene el presidente Uribe, a pesar de unos 8 desgastantes años en el poder, la gente está agradecida y el presidente más denostado en el resto de los países latinoamericanos es el que tiene más popularidad en su propio país. Qué loco, no? Quizá pienso, suceda que las cosas desde fuera se ven un poco distintas.

Mañana será un día largo, pero antes de dormir me quedo hablando un rato con la dueña del lugar en el que estamos y llegamos a la misma conclusión: A nadie (de los poderosos y no tanto) le conviene que la guerra se termine definitivamente. Si esto sucede no estarían más los 3.000 millones de dólares que aportan los norteamericanos, no habría excusas para las medidas drásticas, tampoco estarían las ganancias siderales del negocio del narcotráfico, y tampoco uno podría ganarse la lotería y volverse rico vendiendo unos gramos o pasando unos kilos del otro lado de la frontera. Muy a menudo, presiento, la línea entre víctimas y victimarios es delgada, y al igual que los edificios bonitos de Popayán es blanca, muy blanca.  

Mientras tanto hojeo el diario de ayer y dice lo mismo que viene diciendo hace más de 40 años. En un pueblo a 15 kilómetros de aquí murieron un niño de 5 años que estaba jugando y su madre. Tuvieron la mala suerte de estar frente a una comisaría cuando un par de encapuchados arrojaron una granada que rebotó en las redes de protección.

CO04-00132

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