sábado, 3 de julio de 2010

En busca de los hipogeos perdidos

CO05-00195 Hoy nos vamos a conocer el Parque Antropológico de Tierradentro, unas tumbas reconocidas como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, pero bien escondidas entre las montañas colombianas. Como ya es costumbre nos despertamos bien temprano (esta vez a las 4!) y salimos de la terminal con la fresca, a las 5. Es que nos esperan 5 divertidas horas por caminos secundarios y presumiblemente embarrados hasta el pueblo de San Andrés de Piscimbalá. Ya en la terminal me siento casi una estrella de cine, por qué no Indiana Jones, 5 voceadores nos abren la puerta del taxi y nos ayudan a bajar mientras tratan de convencernos que tomemos sus buses. Afortunadamente sólo uno va a San Andrés y por si fuera poco pudimos también regatear el precio. Arriba del bus son todos trabajadores de la carretera que nos miran con curiosidad a la vez que nos saludan. De más está decir que somos los únicos turistas en el bus.

CO05-00142 Paramos a desayunar en un caserío en el medio de la nada, en el frío del páramo y rodeado de la densa niebla que se va despejando. Para alegrar un poco la cosa el chofer pone unos temas de Gilda, si, de Gilda!  y mientras avanza con pericia surcando la huella embarrada por la persistente llovizna. Luego de parar un ratito en un pueblo llamado Inzá , saludarnos con un vendedor de frutas y que un clón de Juan Valdéz abandonara el bus, seguimos rumba a nuestro destino, entre la cordillera occidental y la central. Nos bajamos en el cruce y caminamos el par de kilómetros que faltan hasta los hipogeos luego de cruzar unas palabras con un campesino andando en bicicleta, machete en mano y con la camiseta de Messi.

CO05-00172CO05-00153Resulta básicamente que aquí, hace como unos 2000 años, una civilización precolombina encontró el terreno lo suficientemente escénico y bonito como para cavar bajo tierra las cámaras funerarias para los personajes más encumbrados de su sociedad. Hoy, se han descubierto unas cuantas, y con la ayuda del cuidador de cada lugar se puede bajar al interior de las mismas y apreciar los rústicos frescos que dejaron en las paredes.

Las tumbas son muy llamativas y lo bueno es que las tenemos casi para nosotros solos. El cuidador dice que en esta época del año no viene tanta gente y gentilmente nos las va abriendo una a una, a medida que bajamos y nos cuenta lo que sabe del lugar. Es como sentirse un poco Indiana Jones al bajar a cada una de estas cámaras o hipogeos, como le dicen aquí. Dice el hombre que en la ladera de un cerro cercano hay muchas más, pero por motivos de conservación prefieren dejarlas cerradas, al menos por ahora.

CO05-00157 Es un espectáculo, entre sitio y sitio que vamos recorriendo ver cómo los agricultores artesanales de la zona ponen a secar los granos de café sobre un plástico, en la calzada misma de la carretera. Aquí parece que la vida va a otra velocidad, no hay demasiado que hacer más que esperar que el café se seque. Nos quedamos a pasar aquí la noche, mientras jugamos con Emanuel, un nene divino de unos 2 años y el perro del vecino que se ríe cuando le hablan. Sí, se pone tan contento que levanta los mofletes y castañetea los dientes como si se estuviera riendo.

Al día siguiente nos levantamos bien tempranito y vamos caminando hacia el cruce, donde hay un montón de gente esperando el colectivo. Pasa una camioneta media destartalada y es una buena oportunidad para ir al pueblo, se sube todo pero todo el mundo! Como 15 personas van en la caja y las suspensiones chillan de dolor.

CO05-00211 Un ratito después pasa la chiva y se ofrece a alcanzarnos hasta Inzá. Parece que por aquí no hay muchos extranjeros, todos nos miran con una mezcla de curiosidad y asombro, pero muchos no se animan a abrir palabra por timidez. Nos sentamos atrás, en el fondo sobre unos sacos de café y una nena abre grande sus ojos almendrados con una mueca de sorpresa y horror. Mamá que le pasa a esta gente? se destiñeron? A pesar de que insistimos, no nos quisieron cobrar por alcanzarnos hasta el pueblo. Como todavía falta un rato para que pase el otro bus que nos lleva a Popayán, aprovechamos que es sábado y disfrutamos de la actividad bulliciosa del mercado. Las chivas se aglomeran en la plaza, mientras la gente va y viene haciendo sus enseres. La sección de carnes no tiene desperdicio, directamente es un desmanteladero de vacas, y hasta pueden verse las patas o las cabezas y los rabos así nomás, sólo que sin estar unidos al resto de la vaca. Después de tan colorida y campesina experiencia nos subimos al transporte y volvemos para Popayán, no sin pasar antes por un par de controles exhaustivos de documentos.

 

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