Recuerdo que una de las materias que realmente me gustaba en el secundario era geografía. A menudo pasaba horas y horas observando mapas e intentando imaginar cómo sería el terreno en la realidad, cómo se relacionaría la gente con el suelo en el que vive, si haría frío, calor, cómo serían las casas, de qué se viviría y un sinfín de factores que condicionan la vida cotidiana. Hoy, muchas veces sigo haciendo lo mismo, aunque ahora usando el santo grial de Google Earth. ¡Qué lindo hacer zoom cuando se ven los autos!
De alguna de esas clases cuyo tema es interesante, pero por alguna extraña razón se encaran de una manera aburridísima, recuerdo que tratamos la “Cordillera de los Andes”. A mí me parecía fascinante imaginarme cómo esa pared de montañas va separando el subcontinente sudamericano en dos partes y moldeando no sólo terrenos sino también actitudes y estados de ánimo, sino pregúntenle a los bolivianos. Sin embargo, creo que la mayoría se aburría y contaba cuánto tiempo más faltaba para el recreo.
Hoy, poco más de 10 años después de esa aburrida aproximación teórica puedo decir que conozco, al menos a grandes rasgos, desde las primeras estribaciones en Tierra del Fuego hasta casi donde termina, en el mar Caribe, ¡qué privilegio! Y hoy vamos a conocer dónde termina la cordillera más larga del mundo, ¿o quizá empieza? La Sierra Nevada de Santa Marta es una de las zonas más interesantes del planeta, porque en menos de 40km se pasa del nivel del mar a casi 6000 metros de altura y el punto en el cual se sumerge en el Caribe es el bellísimo Parque Nacional Tayrona. Si uno sobrevolara en avioneta la zona, vería como las últimas estribaciones andinas se asemejan a una mano que se hunde en el mar celeste inventando entre sus dedos amplias bahías, algunas bien accesibles, otras escondidas y todas con profusa vegetación.
Bajo el calcinante sol de Santa Marta, nos tomamos una minivan muy mini y recorrimos los 50 km que nos faltaban hasta llegar al desvío del parque. Aquí, oh sorpresa, había una caseta impecable, la cual cobraba la no módica suma de casi 17 dólares por persona para visitar al parque. ¡¡Qué buen negocio!! Nada nos desalienta, entregamos los billetitos con una marcada sensación de que nos estaban estafando un poquito y cruzamos la barrera. Y ahora, ¡a caminar! De aquí es 1 hora hasta el parqueadero, luego 40 minutos más hasta donde se sale a la playa, y de aquí otra hora y media hasta donde pensábamos pasar algunas noches, Cabo San Juan del Guía.
Durante la primera parte del camino, si bien caminamos bajo el dosel de la selva, el calor y la humedad se impregnan en nuestros poros, la sensación es agobiante. Pero la recompensa es grande, la primera playa es increíble, nunca vi una playa tan bonita. Por si fuera poco, las siguientes serían aún más bonitas, con vegetación, mucha sombra, mar transparente, rocas y animales. ¡No falta nada! ¡Esto sí es el Caribe! El camino sí es tortuoso, está construido de una manera pésima, extremadamente mal mantenido y lleno de cárcovas, producto de utilizar los cauces de arroyos para ahorrarse esfuerzo. A pesar de que tampoco hay tanta gente transitándolo, el pésimo camino y el uso de la senda por caballos es la combinación perfecta para que el impacto en el parque sea el mayor posible.
Después de patear bastante, llegamos a nuestro destino final, y ahí hay otra casetita. A ver qué nos encontramos… La forma más económica de pasar la noche es en hamacas, cuestan 10 dólares (escrito en marcador en una pizarrita), a tan sólo 10 centímetros de su vecino y sin ninguna comodidad aparente, salvo unos baños en estado deplorable. Ah, también hay unos ecolodges sarasa que cuestan como 250 dólares la noche. Si ya tiene su carpa, también cuesta 10 dólares (por persona) sólo armarla. Ah, y por si fuera poco, para añadir a la escena hay un par de militares que “preservando la seguridad del visitante” se aseguran de inspeccionar bien todos los equipajes, especialmente chequeando que nadie ingrese ningún licor, no sea cosa que no lo compre en el puestito del parque. Hasta me pareció que me querían incautar el agua mineral que llevaba. Estos muchachos también se encargaban de cuidar a los visitantes, no dejándolos pasar la noche en ninguna otra parte que no fuera en el predio designado. Claro, tiene sentido, ¡para preservar el parque pienso! Jajaj (Qué excentricidad eso de los sitios de acampe agreste o libre, no?…) Eso sí, guardaparques de verdad, realmente no vimos ni uno en los cuatro días que estuvimos, y el parque realmente está hecho pelota.
A regañadientes seguimos entregando billetitos y ocupamos nuestras preciosas hamacas. Desde este punto, las distintas playas que se pueden recorrer caminando son increíbles y para todos los gustos. Con palmeras, con sombra, sin sombra, con piedras, con arenas finas, turbulentas y abiertas, tranquilas como una piscina. Creo que una foto vale más que mil palabras. El lugar es realmente hermoso.
Investigando un poco, llegamos a la conclusión de que los gobiernos colombianos parece que tienen problemas más acuciantes que ocuparse de un irrelevante parque nacional. Con otras prioridades en la mesa, alguien llegó a la sana conclusión que lo mejor es preocuparse lo menos posible y concesionar, no sólo un parque, sino los 4 parques más importantes del país completos a un sólo holding de turismo francés (Aviatur), que tiene el derecho absoluto de manejarlos como le plazca (sí, claro, cumpliendo todas las normas establecidas, por supuesto), o sea montar un monopolio turístico con ellos. Una ulterior visita a una oficina correctamente climatizada y con mullida alfombra en la parte más chic de Cartagena confirmó que se venden paquetes all-inclusive utilizando la infraestructura de los parques con bonitos folletos lustrosos. Ah, eso sí, en la empresa concesionaria no supieron explicarme ni siquiera qué se protege en el parque, sólo sabían lo que decía el folleto y que podía pagar con Visa, Amex y Mastercard.
Obviamente, como en el caso de Tayrona, a casi nadie parece realmente importarle la preservación del parque para el goce y disfrute de las generaciones venideras, los senderos están mal trazados, no parece haber estudios en curso (no vimos ni una sola cinta marcadora de árboles), no hay centro de visitantes, no vimos un solo guardaparque, no se brinda información acerca de las especies que se preserva, ni siquiera se entrega un folleto con al menos el mapa de los senderos o una lista de precauciones para no dañar el ambiente. Lo siento muchísimo por el pueblo colombiano, un lugar tan excepcionalmente único no merece ser administrado como un negocio de unos pocos hipotecando el futuro de muchos, sus reales dueños.
Qué lugar!!! Cuando empezaremos los latinoamericanos a tomar conciencia de nuestro patrimoniogeográfico-cultural, de defenderlo, de involucrarnos seriamente en el tema. tal vez el lugar pueda reunir las condiciones para ser declarado por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad.De qué manera podrá lograrse la información correcta ? Me alegro que gracias a Uds.seamos muchos los que estemos compartiendo este itinerario, tal vez Marco Polo los esté admirando!!! Un abrazo más que fuerte y a seguir disfrutando!!! Clara y Gra
ResponderEliminarMuy buenos el comentario y las fotos. El paisaje maravilloso. Dios quiera que el hombre tome conciencia y aprenda a proteger la naturaleza porque realmente es un regalo divino. Gracias chicos por todo lo que comparten con nosotros. Besos de Marta A.
ResponderEliminarSí, yo creo que tarde o temprano estos lugares maravillosos van a recibir el trato que se merecen, así que perduran para las generaciones futuras y no sólo para nosotros. Gracias a Dios todavía el parque no ve tantos visitantes y el impacto entonces tampoco es tan grande.
ResponderEliminarCautivante cada uno de los relatos que hacen de sus recorridos. Un abrazo desde Colombia.
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