A diferencia de lo que sucede en muchísimos lugares, aquí, en Playa Blanca, la mayoría de los vendedores ambulantes son realmente detestables y llega un punto en el que uno desearía tener una pizarra diciendo “No se acerque a menos de 2 metros” o mejor aún, un Rottweiler o un ovejero como el que lo mordió a Navarro Montoya en el estadio Nacional de Chile (¿se acuerdan?). Casi la totalidad de estos sujetos no entiende ni uno, ni dos, ni tres no. Es más, no entiende absolutamente un no por respuesta.
Son hordas que se acercan a ofrecer sus chucherías a pesar de que uno no los llama ni tiene la menor intención de ver qué ofrecen. Luego te refriegan lo que venden a menos de 30 centímetros de la cara y, encima, si uno les dice con amabilidad y una sonrisa “Muchas gracias, pero no quiero”, le insisten otras 3 o hasta 4 veces más. Finalmente, luego de semejante intimidación y cuando comprenden que uno no quiere absolutamente nada más que que lo dejen tranquilo, se alejan simulando enojo y desazón y hasta alguna palabra mascullada para infligir culpa en los pobres transeúntes. Multipliquen este acoso a 5 o 6 cada media hora y la cosa se vuelve insoportable. Ni siquiera el agua es terreno seguro para zafar de los acosadores, aquí también los hay: el que viene con su moto de agua, el que te ofrece el snorkel y la mujer que te vende el juguito de coco.
Les relato una de las interacciones con uno de los coloridos personajes que vendía mejillones. El teatro es más o menos así:
- Hola amigo, ¿cómo le va? Tengo mejillones para usted.
- Gracias, pero no, no quiero.
- Pero mire, están buenos, recién sacados del mar.
- Gracias, pero no, ya le dije que no quiero.
- Pero pruebe uno, va a ver que le gusta.
- Gracias, no tenemos dinero como para comprar mejillones, no me interesa.
- Ah, usted es argentino, como Messi. Bueno, yo le convido uno, se lo regalo entonces.
- Gracias de nuevo, pero le dije que no quiero mejillones.
- Por favor, no me lo desprecie, tómelo como un regalo de un amigo.
- Uff. Bueh… démelo nomás, pero mire que me lo está regalando.
No va que el hombre sostiene cinco minutos más una charla que simula ser amable y me dice:
- Bueno, le di dos así que son $4000 (2 dólares).
-¿¿¿¿¿Cómo????? Si le dije mil veces que no quería y que no tenía dinero. Usted me dijo que no se lo despreciara y que me los regalaba para probar…
- Sí, bueno, pero usted los comió, así que son $4000.
- Mire, no le voy a pagar nada, usted me está tomando por boludo (acá la cosa empezó a subir de tono).
- ¿Cómo que no me va a pagar? Bueno, le cobro $2000. (Haciéndose el enojado).
- Ya le dije que no, no le pago nada y, si no le gusta, traiga a un policía.
- Bueno, pero deme $1000 entonces…
La charla termina abruptamente, el hombre se va enojado a seguir vendiendo por la playa. No va que 2 horas después sorpresivamente vuelve, se para a nuestro lado y dice con tono intimidatorio:
- Hola, vengo a cobrar la deuda.
- ¿Qué? Ya tuvimos esta conversación… Ya le dije que me está queriendo tomar por pelotudo. No tiene nada que hacer aquí.
- Pero me tiene que dar plata.
- Yo no le doy nada, y ¡váyase!
Finalmente, después de mucho pensarlo, se retiró mascullando uno y mil improperios hacia la argentinidad, las provincias unidas del sur y no sé cuántas otras cosas más. De más está decir que en lo subsiguiente y como medida preventiva, ningún vendedor pudo acercarse a más de 2 metros sin recibir un ladrido de mi parte. Algunos lo entendieron, otros tuvieron que recibir varios. Después de observar un rato, llegamos a la conclusión de que buena parte de la gente termina comprando aunque sea algo (especialmente comestibles) para no sentirse intimidada, extorsionada o simplemente por miedo.
En la zona de la playa en donde llega la lancha que trae a la gente del ferry, las situaciones lindan lo grotesco. Gente que literalmente no la dejan caminar, ofertas de hasta 3 y 4 vendedores al mismo tiempo, gente que ofrece venta al crédito (no me imagino cómo pudiera ser esto) y miles de cosas más. Como dicen aquí, son bien “intensos”. En fin, una manera más de rebuscársela por estos lares.
Evidentemente es el modo que tienen para vivir, pero le quitan encanto al lugar!!!
ResponderEliminarVarias personas que siguen el viaje, aunque no escriben comentarios, preguntan por Mariela, ya que hace más de un mes que no escribe. supongo que cambia el autor cuando cambia el país. Besos y a seguir disfrutando. Cla y Gra
Pues es correcto, nos organizamos por país para escribir. Por eso no han visto muchos posts míos en el último tiempo pero quiero aclarar que el de Taganga era 98% de mi autoría. Yo me estoy abocando a otras tareas relacionadas con el blog.
ResponderEliminarBesos
uuu, q collar de melones esos flacos....
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