lunes, 12 de julio de 2010

Taganga, una verdadera ganga

CO10-00526 Aquí estamos en Taganga, históricamente una pequeña (o debiera decir diminuta) aldea de pescadores devenida en nuevo destino turístico para gringos. Enfilamos hacia aquí debido a los excelentes comentarios de otros turistas y nuestra guía Lonely Planet que asevera que las playas son mucho mejores que las de Santa Marta, uno de los destinos costeros más populares entre la clase alta colombiana.

Tenemos que admitir que el pueblito no nos pareció muy bonito, ni siquiera pintoresco. Sin embargo, su ubicación privilegiada en una bahía encerrada y con aguas calmas anima a pensar en largos días de playa y atardeceres románticos. Desafortunadamente, la playa principal es de arena muy gruesa y está repleta de pescadores y basura, por lo que no es exactamente un lugar paradisíaco. En cuanto al pueblo mismo, las serpenteantes callecitas de ripio son en realidad una pila de escombros y basura, mientras que las edificaciones no siguen ningún estilo en particular. Por si fuera poco, el alojamiento y la comida aquí son extremadamente caros.

Tomando en consideración todos estos puntos y el calor agobiante, decidimos alojarnos en un hostel muy colorido que prometía Wi-Fi gratis, DVDs, cocina abierta las 24 horas y hasta una pileta de natación. A pesar de la cálida bienvenida que nos dio la recepcionista y la atmósfera relajada que crean las hamacas colgadas por todos lados, el resto del staff no parece tener absolutamente ningunas ganas de ayudar o al menos, regalar una sonrisa. Resulta ser que si uno quiere ver un DVD, tiene que dejar un depósito de 5 dólares; si quiere toallas, tiene que dejar otro depósito, si quiere utilizar el Wi-Fi durante el día, tiene que abonar un adicional de 2,50 dólares (siempre y cuando funcione, es gratis desde las 10 de la noche hasta las 7 de la mañana). Realmente con tantos peros, letra chica y mala onda nos estábamos sintiendo miserablemente mal. Todo esto hacía casi incomprensible el hecho que los otros huéspedes (imagínense, el hostel estaba lleno) estaban tan pero tan contentos. Algo realmente no encajaba. Podíamos olfatear que había algo raro en el ambiente, pero ¿qué era?

El viernes llegó y con él, el tiempo de juerga. Obviamente nosotros, los aburridos diurnos o zanahorias como le dicen aquí, nos fuimos a dormir temprano. Éramos los únicos en el dorm; todos nuestros compañeros estaban de rumba en la pileta. Y se hizo de día, y todos nuestros compañeros de cuarto seguían de fiesta en la pileta. Pensamos que podíamos ir a darnos un chapuzón, pero el área estaba restringida. Mmhhh, ¿por qué seguirían allí a las 9 de la mañana? ¿Por qué no admitían extraños en la fiesta? Todo esto resultaba muy pero muy raro por lo que comenzamos a sacar las más alocadas conclusiones: i) están haciendo todos una orgía, ii) están filmando una película porno, iii) están todos drogados, iv) todas las anteriores al mismo tiempo.

Y luego, de repente, hicimos el clic. La mayoría de los hoteles en los que hemos estado en Colombia (y, hasta ahora en cualquier otro lado en Latinoamérica) se esfuerzan por crear y mostrar una atmósfera familiar. Consecuentemente, tienen por todos lados carteles que rezan “No se admiten drogas” o cosas por el estilo. ¿Adivinen qué? No pudimos encontrar ninguno de estos carteles por ninguna parte. Ahí estaba la cosa.

Una ulterior conversación con una fuente confidencial confirmaría absolutamente todo. Se puede conseguir lo que uno quiera, de la mejor calidad y a sólo un décimo de lo que cuesta en Estados Unidos. Eso explica muchas cosas. Por qué es un destino tan popular entre los americanos. Por qué hay gente en el hostel que hace más de un mes que está aquí, cuando 3 o 4 días son más que suficientes, dado que no hay demasiado para hacer además de bucear. Por qué hay tanta gente en la calle sin hacer nada (por qué habrían de hacer algo, con sólo vender un par de gramos por día se puede mantener a la familia completa por una semana).

En Taganga, hay muchos otros hostels con los cartelitos de “No se permiten drogas” así que la cosa puede ser distinta yendo a otro lugar. Sin embargo, y a pesar que nuestra experiencia ha sido en este sitio particular, es bastante obvio que las drogas se consiguen de manera sencilla en todo el pueblo.

En conclusión, ¡Taganga es el paraíso para los adictos a las drogas! Se consigue cocaína de altísima calidad a precios ridículos, además de tener playas lindas con aguas tranquilas (así uno no se ahoga si está un poco drogado), mucha gente adicta a las fiestas y nadie que moleste (no hay mucha presencia policial aquí). ¿Qué más pueden pedir?

Un comentario final: el narcoturismo es, muy tristemente, una forma popular de turismo en Colombia, que según algunos, llega al 70% de los turistas extranjeros (obviamente no hay estadísticas oficiales), especialmente en la costa caribeña. Lamentablemente es una forma de turismo, que lejos de ser inofensiva, alienta, promueve y exacerba prácticas delictivas y violentas, y en definitiva termina financiando el conflicto armado interno.

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domingo, 11 de julio de 2010

Una catedral no apta para hipertensos y claustrofóbicos

CO09-00517 A tiro de piedra de Bogotá y engarzado entre verdes colinas en las que se desarrolla una incipiente actividad agrícola está el pintoresco pueblito de Zipaquirá. Aquí, se encuentra uno de los sitios más surreales de toda Sudamérica, y además, como muchos lugares de Colombia, goza de muy poca difusión: una catedral construida íntegramente en sal, unos cuantos metros bajo tierra dentro de una mina abandonada. ¡Guau! Solo detenerse a pensar en semejante idea suena alocado, y además, probaría ser uno de esos lugares privilegiados en los que la imaginación es ampliamente arrasada por la realidad. Es cierto que en Latinoamérica podemos encontrar miles de iglesias de todo tipo y color pero… ¡encontrar una dentro de una mina de sal! Esto sí que suena raro. ¡Claro, además teniendo la catedral adentro de la mina se ahorran los problemas de lluvia!

Luego de deambular un poco por el pueblo buscando el lugar exacto, y a pesar de que unas cuantas parrillas que ofrecían carne se interpusieron en nuestro camino y casi frustran nuestra misión, llegamos. Los corderitos y terneros (aquí les dicen mamonas) al asador tienen muy buena pinta y, especialmente, aroma. Pero vayamos a lo nuestro sin divagarnos en añoranzas gastronómicas.

CO09-00457 Así como en Bolivia los mineros veneran a la virgen del socavón, aquí hace casi 60 años, a alguien le llamó la atención el fervor con el que los trabajadores invocaban a la virgen para que los protegiera de accidentes. Ellos, le habían construido una humilde capilla dentro de la mina, adonde todos los días le llevaban ofrendas y le regalaban rezos previo a la faena. Después de un tiempo, nuestro amigo Flanders colombiano (Luis Ángel Arango) convenció a todo el pueblo y a unos cuantos miembros acaudalados e influyentes de la sociedad sobre la conveniencia de realizarle algunas pequeñas ampliaciones a esta capilla. Con los años, esas pequeñas anexiones fueron moldeando enormes espacios vacíos dentro de sectores ya fuera de uso de la mina, pero adyacentes a otros que sí siguen en funcionamiento.

CO09-00470 Así, de a poco, la particular construcción comenzó a cobrar renombre cada vez más lejos del pueblo, y mucha gente acudió, no solo a visitar a la virgen de los mineros, sino también para apreciar la extraña maravilla arquitectónica que se estaba gestando. Lamentablemente, resultó ser que para construir la catedral original no se siguieron ciertos patrones de seguridad y, eventualmente (y debido a la gran cantidad de visitantes), algunas secciones comenzaron a sufrir derrumbes. Finalmente, a principios de los ‘90 el gobierno municipal temiendo alguna tragedia decidió clausurar definitivamente la catedral, ahora sí un sitio turístico por excelencia, y llamar a concurso para realizar en su lugar una aún más imponente.

Esta sí, la actual, es enorme y dada la gran cantidad de pasadizos sólo puede visitarse con guía, no sea cosa que rezando unos rosarios uno se pierda y lo tengan que ir a buscar con defensa civil. Hay tantos recovecos que supongo que uno terminaría rezando para que lo encuentren. ¡Cuack! Al comenzar se recorren unos cuantos metros por una galería principal que va internándose hacia las profundidades de la mina. Luego de 10 minutos, a ambos costados de la galería pueden apreciarse excelentemente logradas estaciones del vía crucis, todas ambientadas con llamativos juegos de luces.

CO09-00485Después de atravesar todas las estaciones se llega a una especie de balcón que hace de atalaya sobre la nave central de la catedral: una bóveda enorme, probablemente de 250 metros de largo por 25 de alto y unos 20 de ancho, flanqueada por solidas columnas a ambos lados. La atmósfera es sobrecogedora y bizarra. Este lugar sí es realmente extraño. Entonces la Catedral no es simplemente una catedral como las que estamos acostumbrados a ver sino, más bien, un conjunto de espacios interconectados por galerías a más de 60 metros por debajo de la superficie. Como sucede siempre que uno está bajo tantos metros de tierra, es inevitable pensar brevemente qué sucedería si hubiera un terremoto. Al menos aquí estamos a la buena de dios. ¡Cuack! ¡Cuack!

CO09-00489 Bajamos al nivel inferior y apreciamos también unas capillas laterales preciosas. El altar y, especialmente, la sacristía hasta pudieran ser el set de una nave espacial en una película de Bela Lugosi. Finalmente saliendo por un costadito de la nave central está la avanzada capitalista: un cine 3D (que también sirve como salón de conferencias), un vende chucherías, un vende esmeraldas, y un café. Nos pedimos el cortadito más barato pensando en que probablemente sea el que más lejos de la superficie de la tierra hayamos tomado. Sólo nos queda tomar café en un submarino. ¡Qué privilegio! Para completar el cuadro, unos metros más allá hay un estanque de unos pocos centímetros de profundidad cuyas aguas, debido a las particulares características del fondo, se convierten en un espejo perfecto. Subimos de vuelta a la superficie y recorremos los meandrosos senderos mientras nuestros ojos se acostumbran nuevamente a la luz diurna teniendo la certeza de que es uno de los lugares más extraños que hemos visitado.

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viernes, 9 de julio de 2010

El mejor lugar para romper anteojos

En uno de los posts anteriores contábamos que nuestra incursión por la paisa Medellín había terminado con un intento de baile de salsa y un par de anteojos rotos. ¡Eran los míos! Por suerte, vamos rumbo a Bogotá y presiento que allí no será tan difícil conseguir anteojos como en Bolivia. Al menos, todavía los puedo usar rústicamente; son orgánicos por lo que los cristales no estallaron, sino que se rajaron de punta a punta del armazón. Otro punto a favor es que, además, también tengo a mano la graduación; cuando se les rompieron a Mariela en Bolivia, Leda, nuestra optometrista, nos envió un correo con todos los datos.

Caminando por Bogotá y buscando una óptica, no encontramos una, sino cientos! Realmente en ningún lugar vi tantos, pero tantos locales de anteojos juntos. Son tantos que incluso tienen en la calle vendedores que al ver a alguien relojeando las vidrieras o en busca de algo se le acercan y lo intentan convencer con descuentos y promociones.

Algunos miran los cristales rotos y me dicen que es policarbonato, otros que es CR-39. Hay miles de opciones y presupuestos. ¡Qué despelote! Aquí la competencia es efectiva. Esto es el mercado perfecto de los anteojos y los precios son realmente baratos, a pesar de que Colombia es un país caro en general. Caminamos, caminamos y finalmente llegamos al lugar que más nos convence, una óptica pequeña, dentro de una galería. Nos cotizan $80.000 por los cristales y también un nuevo armazón de esos que se doblan para todos lados (el anterior venía pidiendo pista hacía bastante). ¡Por 160 mangos me puedo hacer los mismos anteojos que en Buenos Aires me costaron más de 450! No es tan grave entonces que se hayan roto aquí. Es más, después de mucho pensarlo, pensarlo y repensarlo, decido hacerlos con esos cristales Transitions que se ponen más negritos de acuerdo a cuánto sol hay. ¡Qué cheto! ¡En Buenos esto sería efectivamente un bien de lujo! Después de un tiempo de usarlos, la verdad es que son muy útiles.

Mientras esperamos que salga la persona que está delante nuestro para chequear la medición visual, le digo a Mariela: “Che, ya que estamos acá, ¿por qué no hacés ajustar el armazón de los tuyos que está un poco torcido?”. El hombre, con mucho gusto los ajusta, ahora sí quedaron bien. ¡Pará! ¡Pará! ¿Qué es esa rayita? Crack, crack, ¡¡crack!! ¿Y ahora? ¡Otro par más de anteojos para rehacer! ¡¡¡Nooo!!!

Resulta que los anteojos hechos en Bolivia no eran de policarbonato, sino de vidrio común y corriente. ¡Cómo nos engatusaron! Claro, al apretar un poco la montura, no soportó la presión y se resquebrajó. No solo eso, sino que un chequeo posterior demostraría que le faltaban como 1,5 dioptrías en cada ojo para tener la graduación adecuada. El óptico nos confiaría que simplemente los hicieron con menor graduación porque es virtualmente imposible tallar vidrio con tanto aumento sin que sea obvio el engaño. ¡Qué turros! Con razón Mariela me decía que le parecía que con esos anteojos veía menos. Ya creíamos que le había aumentado la miopía y todo. :-(

CO12-00769 El buen hombre, al ver nuestras caras de decepción, decidió hacer de tripas corazón y, en una jugada sin precedentes, decide regalarnos gratis el juego de cristales que se rompieron, ahora sí en policarbonato y con la graduación adecuada. Mientras se hacían los anteojos nos fuimos a caminar por Bogotá como dos cieguitos. ¡Nos faltaba el bastoncito!

Un par de horas más tarde fuimos a buscar los nuevos anteojos y son todo un éxito. Mariela está fascinada, ¡ahora con la graduación correcta ve bien! Y yo no tengo que ponerme lentes de contacto para usar los anteojos de sol. En agradecimiento, decidimos retribuirle al buen hombre y a su ayudante con una rica botella de vino malbec argentino y una caja de bombones. ¡No quiero imaginar qué hubiera sucedido si esto nos ocurría en Bolivia!

 

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miércoles, 7 de julio de 2010

La capital de Rodrigombia

Si no entienden el título, entonces es porque todavía no han visto/escuchado la Cantata del adelantado don Rodrigo Díaz de Carrera de Les Luthiers. Son solo 20 minutos, y créanme, no se van a arrepentir. ¿Están en el trabajo y no pueden abrir youtube? No se preocupen, no faltarán 5 minutos de relax para reírse con esta obra maestra.

CO08-00394 La cuestión es que estamos aquí, en Bogotá, otra capital más de esta Latinoamérica que vamos recorriendo. Y aquí también hay mucho que ver, muchas cosas interesantes, excepto el clima, que continúa abúlico, aburrido, gris y lluvioso. Pero al mal clima, buena cara! Y además, buena compañía, Andrea, Diego y su hijo Tomás, a quienes contactamos por couchsurfing nos hicieron un lugarcito y nos recibieron a pesar de estar ajetreados. ¡Gracias chicos! Hasta nos invitaron con una fondue de chocolate el día que llegamos. ¡Así da gusto viajar! Por nuestra parte, hicimos unas piezas de pollo con salsa de champiñones que parece gustaron bastante.

CO08-00316 Lejos, lo más impactante de Santa Fe de Bogotá, y una razón en sí misma para visitar esta ciudad es el Museo del Oro. Creo, sin temor a equivocarme, que es el museo que mayor cantidad de piezas de este tipo tiene en todo el mundo. Seria el sueño de los conquistadores y el infame Pizarro se podría atragantar con tanto oro que hay por doquier. Hay salas y salas y salas con piezas que van desde  las pequeñas hasta las bien grandes, todas en oro puro y macizo. ¡Zas! De repente se cortó la luz, y volvió al ratito. ¿Alguien se habrá llevado algo? Eventualmente nos cansamos de ver tanto oro y nos reconfortamos en el restaurante que está en planta baja. Después de tantos de días de comer picoteado, no nos viene nada mal un mimo al estómago. Seguimos descubriendo que la carne es bastante buena aquí en Colombia.

También visitamos bajo la lluvia el otro gran museo de Botero que hay en Colombia. Eventualmente los cuidadores nos terminaron recomendando los mejores ángulos para sacar las fotos y Andreína, una guía súper chévere nos contó muchísimas cosas interesantes de las pinturas de Botero. También nos confió que le encantaría salir a recorrer como lo estamos haciendo nosotros, pero que no se anima. ¡Ánimo entonces!

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La plaza Bolívar es imponente, enorme, llena de palomas y rodeada de edificios hermosos, aunque cada uno de estilo diferente. Por un lado está la catedral bogotana (no la pudimos visitar por estar en refacción), por el otro el reconstruido palacio de justicia (a la izquierda de la pano), de frente el parlamento y a la derecha la alcaldía de la ciudad en estilo francés. Caminando por ahí una tarde de domingo nos encontramos con muchísima gente y banderitas verdes. Era el acto de cierre de campaña de Mockus. ¿Se imaginan a alguien haciendo un cierre de campaña en la plaza de Mayo?

CO08-00412Por precaución y para evitar cualquier tipo de incidente, toda la zona está completamente inundada de policías y militares con modernísimas, horribles y gigantes ametralladoras dignas de Terminator II. Algunas incluso dicen bien clarito en letras blancas y grandes US. ¿Vendrá incluido esto también en el pack del plan Colombia? Incluso notamos con cierta intranquilidad que quienes portan fusiles, siempre, siempre tienen el dedo en el gatillo. Alguien nos contaría luego que es una técnica inventada por el ejército israelí llamada “tiro de vida” y consiste en que la primera bala sea de fogueo, manteniendo el arma sin seguro y con el dedo siempre en el gatillo. De esta forma, ante cualquier alarma se comienza a disparar, primero la bala de fogueo y luego ya si, con las de verdad. ¿Pintoresco, no? Para acceder al centro de la plaza, hay que mostrar los bolsos y someterse a un cacheo como el que se hace en los recitales.CO08-00408

Un par de días después volveríamos a la plaza y la encontraríamos también cerrada, dado que se encontraba visitando el país el presidente de Honduras. De todas maneras, con nuestra cara de angelitos y un par de ayuditas logramos pasar un par de controles e ingresar a la zona restringida, por detrás del palacio Nariño, que es la residencia del ejecutivo. Incluso si hubiéramos sabido con anticipación, podríamos haber solicitado formalmente una visita guidada. El palacio tiene una arquitectura imponente, bien francés, y me animo a decir que por lejos es la residencia del ejecutivo más bonita de todos los países que conocimos.

Para terminar nuestra jornada capitalina volvemos caminando hacia la avenida Jiménez y nos entrecruzamos con los vendedores callejeros de esmeraldas. Llegaron a ofrecernos como quien no quiere la cosa una piedrita verde envuelta en papel de cuaderno la que alegaban costaba alrededor de ¡US$ 100!. Nunca voy a entender como alguien pudiera pagar tanta plata por una piedrita diminuta y además, les soy sincero, a mi no me parecía más que una piedrita de morondanga pintada de verde. No se cómo será el tema, pero me vino a la mente la película Diamante de Sangre que vimos en Medellín.

Bogotá es una metrópolis vibrante, interesante, que invita a ser recorrida. En cierto sentido Bogotá me resulta familiar, cercana, y es que a fin de cuentas de las ciudades que hemos recorrido la que más se asemeja a a la reina del plata, aunque claro, las callecitas de Buenos Aires tienen ese no se qué, ¿viste? Lo bueno es que aquí si uno se cansa de caminar por las callecitas siempre se tiene un café Juan Valdéz a mano. Ah, también pueden comer hormigas culonas fritas, otra delicia santafereña.

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lunes, 5 de julio de 2010

Donde el zorzal voló, o mejor dicho se estrelló antes de volar

Desde Salento, nos tomamos una buseta Pereira, y de ahí un bus grande, hermoso, rumbo a Medellín. Si bien no tiene dos pisos como es regular en Argentina, ¡cuánto hacía que no tomábamos un bus tan cómodo!. Es el único que hasta el momento no pudimos regatear, pero qué más da. Disfrutemos del aire acondicionado mientras.

CO07-00280 Lo primero que recuerdo al llegar a Medellín es el sentimiento de estar entrando a una metrópoli bien industrial y pujante, algo intimidante, pero evidentemente con mucho empuje, un lugar donde las cosas pasan y el tiempo no se estanca. Hace no tanto tiempo la capital de Antioquia fue un muy buen lugar para evitar, y la capital de un imperio poderoso, bajo el férreo mando del excéntrico Pablo Escobar. Hoy eso ya no existe mas (al menos no la excentricidad, la impunidad, o al menos no tan visible), pero las huellas han quedado. Medellín no es precisamente una ciudad de puertas abiertas, y hay muchas cercas donde quiera que uno pose la vista. Hubo tiempos en que mejor no salir de casa. Para los que no saben, la familia de Don Pablo vive hoy mejores días en Argentina.

Una caminata por el centro deja al descubierto un modernísimo monorriel como el de Homero, se acuerdan? De abajo es feo, una mole de cemento. De arriba es bien panorámico, silencioso, cómodo, rápido, casi casi el medio de transporte ideal. Al igual que Quito y también Bogotá, Medellín está enclavada en un valle estrecho, de norte a sur. El simpático trencito permite estar en casi cualquier parte de la ciudad relativamente rápido.

Medellín también es el lugar donde murió el gran Carlitos Gardel, su avión, o mejor dicho avionetita se estrelló al final de la pista con otra y todos se quemaron. Ahí comenzó el mito, y aquí se ve que perdura la herencia gardeliana. El legado es fuerte, y el tango pega fuerte en el valle de Aburrá.

CO07-00306 Las esculturas y cuadros del maestro Botero son una rara delicia excepcional. Siendo más o menos un lego en temas artísticos, no deja de impresionarme la estética particular de este artista antioqueño, que por lo que me cuentan sufre el mismo mal que otros artistas latinoamericanos. Nadie es profeta en su tierra. Consejito, para ver las obras de Botero consíganse alguien que la tenga clara en el tema, tienen demasiados detalles ínfimos que se pierden a la vista del observador casual.

Caminar por Medellín se siente un poco raro, un poco intimidante. Quien sabe si uno inconscientemente está en mayor estado de alerta que en cualquier otro lugar, pero esa sensación está presente. Aquí uno pareciera tener la impresión que está caminando por una zona tranquila, y de repente luego de unas cuadras, el entorno se vuelve espeso, para luego volver a la normalidad un par de cuadras más adelante. Después de un largo rato de analizarlo llegamos a la conclusión que aquí hay mucha gente en las calles haciendo literalmente nada.

CO07-00293 De repente, caminando por el centro terminamos en la Alcaldía y todo está lleno de vallas y cortado. ¿Qué está pasando? Por un lado mucha gente munida de bidones y pancartas con vaquitas. Mmmhhh. No sabemos realmente qué pensar. Una charla postrera revelaría que el señor presidente Uribe tiene una fábrica de leche y aparentemente cuando tiene exceso la regala, quizá con motivos proselitistas, quién sabe. Aquí en Medellín, la capital de las montañas, todo, todo puede pasar.

Aquí también encontramos mucha gente linda, como Manuel del hostel, con quien entablamos larguísimas conversaciones hasta altas horas de la madrugada acerca de la política y el futuro de su querida Medellín, Antioquía y Colombia. Medellín siempre se esta reinventando, con optimismo y confiando en un futuro mejor. También Horacio y su mujer, quienes viéndonos irremediablemente perdidos en El Poblado nos llevaron amablemente en su auto hasta la zona de restaurantes que estábamos buscando.

CO07-00282 Y finalmente y hace mucho que no hablamos de las notas gastronómicas, aquí comimos una parrillada de chorizos argentinos! Qué ganas de comer bondiolita de vuelta! Compitiendo cabeza a cabeza con el grado de colesterol, y siendo la pesadilla de todos los cardiólogos, aquí pueden degustar la famosa “bandeja paisa”, que no es más que un sabroso rejunte de todo lo más nocivo que se puedan imaginar, y bien frito! Ideal para el corazón. Tampoco me puedo olvidar que aquí comimos un delicioso brownie con helado de café. Ahora mi férreo dogma que pregona que el brownie va mejor con helado de jengibre o canela está tambaleando.

Nuestra incursión por Medellín termina con un fallido intento de baile de salsa que concluye con una rotura de anteojos, pero eso, eso será, en el próximo capítulo de esta saga! Hasta el próximo post amiguitos!

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domingo, 4 de julio de 2010

Bailando un tanguito en Salento

CO06-00229 Conseguimos un bus directo a Armenia!! Bueno, no crean que directo a este pequeño país de Asia Central, sino a la capital del Qundío, una de las provincias de Colombia, y puerta de acceso a nuestro pueblito cafetero: Salento. Pasamos así como así por Cali, la capital de las tetas artificiales, la cirugía estética y la salsa, luego a Armenia, cambio de bus, y ya estamos rumbo a la finca cafetera que nos espera.

De repente, y como por arte de magia, empiezan a sonar unos acordes familiares, un chan chan nostálgico sale por los parlantitos del coaster y ahí está, la voz del zorzal criollo en todo su esplendor. Qué voz! Sería el primer recordatorio de la fuerza que toma el 2x4 por estas latitudes. No en vano Gardel murió en el aeropuerto de Medellín luego de unas cuantas actuaciones a sala llena. Hoy esa magia sigue inundando las callecitas de la zona cafetera y hasta el ambiente huele más cercano al Río de la Plata que a la costa caribeña.

CO06-00237 El pueblo es pequeño y fresco. Descubrimos que está lleno de gente dado que es un fin de semana puente, pero eso no le quita la magia. Las callecitas estrechas y las casitas de colores con balcones no hacen más que realzar esta atmósfera de cuentos. Mientras, pasamos por algunos boliches donde hay gente jugando al pool y escuchando tangos. Qué bizarro! Nos acercamos a la plaza principal y ahí en uno de los puestitos nos comemos un superpatacón con trucha gratinada. Riquísima! En la mesa de al lado nos ponemos a hablar con unos paisas oriundos de Medellín, probablemente segmento ABC1, que amablemente nos convidan un poco de aguardiente mientras nos enfatizan que aquí en Colombia la situación es extremadamente segura (sic), y además es un país avanzado, sin indígenas, como Bolivia o Perú (sic).

CO06-00227 Aquí estamos en el corazón de la región cafetera, el lugar ideal para saborear unos ricos cafés suaves. Sin embargo, a pesar de todo, hoy en día el café no representa una exportación especialmente rentable para ningún país. Starbucks cobrará caro su café jumbo, pero al agricultor sólo le quedan monedas. Y todo esa vaina (como dicen aqui) del comercio justo, es una gran farsa.

Nos quedamos en la finca de Timothy, un inglés que se enamoró del lugar y de una colombiana y ahora se divierte cosechando café, además de manejar un hostel. Paseamos entre los abundantes cafetos, admirando los colores verdes del valle y los bosques de guaduas que rodean las plantaciones. Ahora estamos en la mitaca, que es la cosecha fuera de época. Una vez que el fruto se pone amarillo o rojo, lo cual indica que esta maduro, se lava, se pone en agua para ablandarlo y se le saca la piel. Luego se deja secar 3 días al sol y se pasa por la trilladora. Al final se vuelve a quitar otra cascarilla y queda finalmente la pepita, que es lo que se tuesta. En especial de cómo se realice el tostado dependerá el gusto final.

Antes de irnos jugamos con George y otros dos collies que tienen como pasatiempo perseguir a las gallinas de la finca, mientras compartimos unos plátanos asados con queso con el cuidador de la finca. A lo lejos y del otro lado del valle se ve la casa abandonada del mayor amigo de Pablo Escobar, ahora preso en Estados Unidos. De fondo, suena en una destartalada radio un programa de puro hard rock y Tesla. Medellín nos espera.

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sábado, 3 de julio de 2010

En busca de los hipogeos perdidos

CO05-00195 Hoy nos vamos a conocer el Parque Antropológico de Tierradentro, unas tumbas reconocidas como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, pero bien escondidas entre las montañas colombianas. Como ya es costumbre nos despertamos bien temprano (esta vez a las 4!) y salimos de la terminal con la fresca, a las 5. Es que nos esperan 5 divertidas horas por caminos secundarios y presumiblemente embarrados hasta el pueblo de San Andrés de Piscimbalá. Ya en la terminal me siento casi una estrella de cine, por qué no Indiana Jones, 5 voceadores nos abren la puerta del taxi y nos ayudan a bajar mientras tratan de convencernos que tomemos sus buses. Afortunadamente sólo uno va a San Andrés y por si fuera poco pudimos también regatear el precio. Arriba del bus son todos trabajadores de la carretera que nos miran con curiosidad a la vez que nos saludan. De más está decir que somos los únicos turistas en el bus.

CO05-00142 Paramos a desayunar en un caserío en el medio de la nada, en el frío del páramo y rodeado de la densa niebla que se va despejando. Para alegrar un poco la cosa el chofer pone unos temas de Gilda, si, de Gilda!  y mientras avanza con pericia surcando la huella embarrada por la persistente llovizna. Luego de parar un ratito en un pueblo llamado Inzá , saludarnos con un vendedor de frutas y que un clón de Juan Valdéz abandonara el bus, seguimos rumba a nuestro destino, entre la cordillera occidental y la central. Nos bajamos en el cruce y caminamos el par de kilómetros que faltan hasta los hipogeos luego de cruzar unas palabras con un campesino andando en bicicleta, machete en mano y con la camiseta de Messi.

CO05-00172CO05-00153Resulta básicamente que aquí, hace como unos 2000 años, una civilización precolombina encontró el terreno lo suficientemente escénico y bonito como para cavar bajo tierra las cámaras funerarias para los personajes más encumbrados de su sociedad. Hoy, se han descubierto unas cuantas, y con la ayuda del cuidador de cada lugar se puede bajar al interior de las mismas y apreciar los rústicos frescos que dejaron en las paredes.

Las tumbas son muy llamativas y lo bueno es que las tenemos casi para nosotros solos. El cuidador dice que en esta época del año no viene tanta gente y gentilmente nos las va abriendo una a una, a medida que bajamos y nos cuenta lo que sabe del lugar. Es como sentirse un poco Indiana Jones al bajar a cada una de estas cámaras o hipogeos, como le dicen aquí. Dice el hombre que en la ladera de un cerro cercano hay muchas más, pero por motivos de conservación prefieren dejarlas cerradas, al menos por ahora.

CO05-00157 Es un espectáculo, entre sitio y sitio que vamos recorriendo ver cómo los agricultores artesanales de la zona ponen a secar los granos de café sobre un plástico, en la calzada misma de la carretera. Aquí parece que la vida va a otra velocidad, no hay demasiado que hacer más que esperar que el café se seque. Nos quedamos a pasar aquí la noche, mientras jugamos con Emanuel, un nene divino de unos 2 años y el perro del vecino que se ríe cuando le hablan. Sí, se pone tan contento que levanta los mofletes y castañetea los dientes como si se estuviera riendo.

Al día siguiente nos levantamos bien tempranito y vamos caminando hacia el cruce, donde hay un montón de gente esperando el colectivo. Pasa una camioneta media destartalada y es una buena oportunidad para ir al pueblo, se sube todo pero todo el mundo! Como 15 personas van en la caja y las suspensiones chillan de dolor.

CO05-00211 Un ratito después pasa la chiva y se ofrece a alcanzarnos hasta Inzá. Parece que por aquí no hay muchos extranjeros, todos nos miran con una mezcla de curiosidad y asombro, pero muchos no se animan a abrir palabra por timidez. Nos sentamos atrás, en el fondo sobre unos sacos de café y una nena abre grande sus ojos almendrados con una mueca de sorpresa y horror. Mamá que le pasa a esta gente? se destiñeron? A pesar de que insistimos, no nos quisieron cobrar por alcanzarnos hasta el pueblo. Como todavía falta un rato para que pase el otro bus que nos lleva a Popayán, aprovechamos que es sábado y disfrutamos de la actividad bulliciosa del mercado. Las chivas se aglomeran en la plaza, mientras la gente va y viene haciendo sus enseres. La sección de carnes no tiene desperdicio, directamente es un desmanteladero de vacas, y hasta pueden verse las patas o las cabezas y los rabos así nomás, sólo que sin estar unidos al resto de la vaca. Después de tan colorida y campesina experiencia nos subimos al transporte y volvemos para Popayán, no sin pasar antes por un par de controles exhaustivos de documentos.

 

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viernes, 2 de julio de 2010

Una ciudad blanca

CO04-00118 Luego de visitar la hermosa laguna de La Cocha, hoy vamos desde la sureña Pasto hacia la ciudad blanca, Popayán, capital del departamento del Cauca y que alguna vez supo ser por corto tiempo capital de Colombia. Como siempre, salimos bien tempranito, casi con el alba a recorrer las rutas colombianas hacia la zona del Volcán Puracé.

Después de hacer los arreglos correspondientes abordamos el micro, aquí le dicen buseta, que nos va a llevar hacia allí. Para empezar nos llevamos una sorpresa, no es cómoda ni grande como el bus en el que viajamos ayer, sino todo lo contrario, medio viejito, chiquito y algo destartalado. Ideal para tomar las curvas a toda velocidad! Parece ser que hay que preguntar qué tipo de servicio es, y si bien hay diferentes, todos cuestan lo mismo. Yo no lo entiendo, pero bueh :-)

Al igual que ayer el camino es muy interesante, seguimos remontando por otro cañón el cauce de algún río caudaloso que nace por aquí. Estamos en una de las áreas en la cual se hace sentir la presencia de la guerrilla con mayor énfasis. Resulta ser que la accidentada geografía de esta zona contribuye bastante, es una zona de “cruce” entre las cordilleras y consecuentemente se ven soldados patrullando y portando ametralladoras con bastante asiduidad. Incluso después de unas horas de viaje nos paran, mientras realizan un control de rutina en la carretera, simplemente chequeando documentos. A pesar de la intimidante parafernalia armamentística, estos jóvenes, casi adolescentes con fusil, al ver nuestros pasaportes son extremadamente amables con nosotros.

CO04-00129 El paisaje es realmente bonito, pero después de unas horas en estos asientos duros, el viaje se empieza a hacer interminable, nos estamos muriendo de calor y el chofer para a cada rato a levantar gente. Suerte que este iba directo! Faltando media hora para llegar, el buen hombre no tiene mejor idea que parar a almorzar. Chofer, si ya estábamos por llegar!!

El centro de la ciudad es luminoso, colonial, todo pintado de blanco, y según me cuentan lo tuvieron que reconstruir luego del terremoto de 1983. En cierto sentido se parece un poco también a Sucre, la ciudad blanca de Bolivia. Aquí también hay muchos estudiantes por doquier, pero realmente pocos turistas. Por las calles también se ven puestitos de venta de frutas, y adivinen qué, como en todo Latinoamérica, las manzanas, peras, uvas y duraznos son siempre, siempre chilenas.

También nos llama la atención ver por las calles mucha, pero mucha gente mutilada, sin alguna pierna o brazo. Y es que esta sangrienta guerra civil que azota a Colombia hace más de 40 años ha dejado su huella marcada a fuego en la población. Colombia, es el tercer país luego de Iraq y Afganistán con mayor número de heridos de este tipo. Si ustedes creían que la historia republicana argentina es un tanto confusa, una breve revisión a la historia colombiana los dejará pasmados. La lista de golpes de estado, sucesiones de presidentes que duran menos de 1 año, atentados, asesinatos, guerras internas y sucesos de este tipo son interminables, y como cereza del postre está el inmenso negocio que implica tener el monopolio de la producción del 80% de la cocaína que se vende en Estados Unidos y Europa. A estas alturas esto es una verdadera ensalada donde solo resalta una palabra, violencia. También es un drama común, especialmente aquí en el sur del país, la cantidad de desplazados que tuvieron que dejar atrás sus tierras y hogares para evitar las masacres, las represalias y los reclutamientos forzados. Aún hoy, y luego de casi 8 años de franca retirada y debilitamiento de los movimientos armados (FARC, ELN, Paramilitares), el estado colombiano gobierna efectivamente sobre sólo el 60% del territorio. El otro 40% bueno, es literalmente tierra de nadie. Es como si la década del 70 todavía no se quisiera terminado del todo por aquí y hubiera dos realidades paralelas, una en las grandes ciudades y otra en las zonas rurales.

CO04-00124 Paradójicamente, y a pesar de todos estos contratiempos, la gente colombiana exhibe alegría, franqueza y buena predisposición por doquier. Probablemente pienso, para una sociedad tan golpeada y con tantos problemas a cuestas, sólo queda disfrutar el aquí y ahora, sin pensar demasiado en otras cosas. Dentro de poco tiempo hay elecciones y veremos cómo sigue la cosa. Llama la atención el alto nivel de popularidad que tiene el presidente Uribe, a pesar de unos 8 desgastantes años en el poder, la gente está agradecida y el presidente más denostado en el resto de los países latinoamericanos es el que tiene más popularidad en su propio país. Qué loco, no? Quizá pienso, suceda que las cosas desde fuera se ven un poco distintas.

Mañana será un día largo, pero antes de dormir me quedo hablando un rato con la dueña del lugar en el que estamos y llegamos a la misma conclusión: A nadie (de los poderosos y no tanto) le conviene que la guerra se termine definitivamente. Si esto sucede no estarían más los 3.000 millones de dólares que aportan los norteamericanos, no habría excusas para las medidas drásticas, tampoco estarían las ganancias siderales del negocio del narcotráfico, y tampoco uno podría ganarse la lotería y volverse rico vendiendo unos gramos o pasando unos kilos del otro lado de la frontera. Muy a menudo, presiento, la línea entre víctimas y victimarios es delgada, y al igual que los edificios bonitos de Popayán es blanca, muy blanca.  

Mientras tanto hojeo el diario de ayer y dice lo mismo que viene diciendo hace más de 40 años. En un pueblo a 15 kilómetros de aquí murieron un niño de 5 años que estaba jugando y su madre. Tuvieron la mala suerte de estar frente a una comisaría cuando un par de encapuchados arrojaron una granada que rebotó en las redes de protección.

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