Historias del Camino
Un plan, dos mochilas y muchas ganas de conocer
viernes, 31 de diciembre de 2010
¡Buenas noticias!
El año se acerca a su fin y nuestra aventura también. Ya estamos de regreso en Buenos Aires después de casi 11 meses ininterrumpidos de aventura por el continente americano y ansiosos por el reencuentro con nuestros seres queridos.
Queremos agradecerles a todos por su paciencia, sus comentarios y su apoyo incondicional, aunque a muchos todavía les cueste entenderlo. Ahora contamos con su compresión y ayuda para la difícil readaptación que tenemos por delante.
Esperamos poder compartir pronto, en vivo y en directo, todas nuestras anécdotas y fotos picadita, asado y helado de por medio.
Nos estamos viendo,
Palolo y Marie
viernes, 24 de diciembre de 2010
¡Felices fiestas!
A la distancia les deseamos una muy feliz navidad. Nos reconforta saber que pronto vamos a reencontrarnos.
Mientras, disfruten este video navideño.
Un abrazo desde la luminosa Las Vegas
Palolo y Marie
sábado, 18 de diciembre de 2010
Impresiones fugaces
Después de darle muchas vueltas al asunto y de conversarlo con cuanto viajero hubiera pasado por la zona, decidimos tomarnos el Tica Bus desde León directo a Guatemala y saltearnos Honduras y El Salvador.
Los motivos pocos pero más que convincentes: los altísimos niveles de inseguridad y la falta de atractivos turísticos.
Todos con quienes hablamos coinciden en que lo mejor es pasar lo más rápido posible por Honduras. Con excepción de las ruinas mayas de Copán y las islas caribeñas de Bay Islands, allí no hay nada para ver. Especialmente ahora con la precaria situación política. Un portugués de novio con una hondureña nos confesó que además de fea, Tegucigalpa es muy insegura (y eso que jugaba casi de local). Y unos mexicanos que pasaron por allí en su derrotero hacia Nicaragua nos lo confirmaron y además, agregaron, tiene muy mal olor.
De El Salvador, mucho no escuchamos. La verdad, es que casi nadie va por allí y entonces es poca la información que pudimos recabar. Básicamente, todos concuerdan en que se trata de un lugar muy peligroso pues todo el mundo anda armado y la Mara Salvatrucha sigue en acción.
Con todo esto en mente, emprendemos el camino preguntándonos que nos deparará.
Nuestra primera parada es en Guasaule, pueblo fronterizo del lado nicaragüense. El trámite migratorio debiera ser ágil pues como Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala tienen un acuerdo de libres fronteras (similar al de la UE), solo se trata de buscar en la base de datos al individuo en cuestión y, si está todo en orden, devolverle el pasaporte. Ni sello tienen que ponerle. Pero el empleado de turno no tiene ningunas ganas de trabajar, solo le interesa conversar sobre cualquier pelotudez con cualquiera que ande a su alrededor (lamentablemente hay muchos potenciales interlocutores dando vueltas). Lo que debiera ser un toque y me voy, se convierte en una espera de una hora, cruzando los dedos por que el Sr. no olvide nuestros pasaportes en el cajón donde los puso! Este excelente servicio para colmo es pago. En Nicaragua uno debe abonar dos dólares por el trámite migratorio (dos a la entrada, dos a la salida más diez de tarjeta turística, total: 14 dólares).
Cumplida la formalidad migratoria en Nicaragua, subimos nuevamente al bus. Falta una pasajera pero al chofer del Tica Bus no le importa así que pone primera y recorre unos 300m hasta cruzar la frontera. ¡Llegamos a Honduras! El edificio donde funciona migraciones es, francamente, espantoso. Parece que estuviera en ruinas. No obstante, somos sorprendidos por una muy amable y profesional oficial migratoria hondureña. Aquí el trámite es bien rápido y tras pagar nuestros tres dólares en concepto de visa turística (a pesar de ser meros pasajeros en tránsito), nos entregan nuestros pasaportes (sin sellar) y nuestra tarjeta turística.
Abordamos otra vez el bus y nos dirigimos raudamente hacia la próxima frontera. Por la ventanilla desfilan paisajes grises. El sol comienza a caer y hay tormenta. Cada vez que hay un relámpago podemos vislumbrar un poquito del paisaje que vamos atravesando. Montañas, muchas montañas y verde, mucho verde. No vemos indicios de pobreza extrema ni de riqueza. De hecho, casi no vemos ningún poblado. Cuando llegamos a la frontera con El Salvador, miramos el reloj y resulta que en Honduras solo estuvimos unas 4 horas. Aquí el puesto fronterizo es integrado así que nos detenemos ya en territorio salvadoreño y allí abordan otra empleada de migraciones hondureña muy amable y un oficial de migraciones salvadoreño. Después de saludar cordialmente a cada pasajero, se limitan únicamente a mirar los pasaportes. Un par de chistes por aquí, un par de juegos con los niños por allá y listo. Trámite terminado. Descienden del bus deseándonos a todos buen viaje.
Unos kilómetros más adelante hay un puesto de control antinarcóticos. Aquí vuelven a subir los oficiales pero, a diferencia de los empleados de migraciones, estos suben a cara de perro y a cualquiera que hable español lo interpelan exhaustivamente; a los gringos, en cambio, nada (suponemos que se debe a una barrera idiomática). Ni el pastor evangelista se salva. Nosotros, tranquilos, como siempre. Pero este empleado es tan dedicado que hasta se pone a comparar los hologramas de nuestros pasaportes y como son distintos (nótese que uno fue emitido en 2007 y otro en 2010 incorporando nuevas medidas de seguridad) el hombre comienza a inquietarse y a sospechar que puede haber algo raro. Nos somete a un arduo interrogatorio (que incluye preguntas del orden ¿Y que entienden Uds. por pareja? ¿Y tienen hijos? además de las clásicas ¿a qué se dedican? y ¿adónde se dirigen?). Satisfecha la curiosidad del buen hombre, se bajan y podemos continuar. Afuera sigue lloviendo, y adentro también (entra agua por las ventanillas). Una última parada antes de llegar a nuestro último destino: una gasolinera Esso para llenar el tanque. Tres horas más tarde hacemos nuestra entrada en la infame San Salvador. A primera vista, no parece tan grave cómo nos la pintaron. Hay restós, bares, etc., dignos de un suburbio estadounidense. Claro que todo cambia cuando ingresamos al hotel y notamos que el guardia de la puerta porta una Ithaca. Sí, sí, una Ithaca, como la de Terminator. A la mamita!!! Nos guardamos lo más rápido posible en nuestra habitación y descansamos tanto como nos es posible con el ruido de los pasajeros que recorren el pasillo con sus valijas con rueditas para tomar el bus que parte a las 6am. Ese es el bus en el que deberíamos ir nosotros pero estaba completo así que no nos queda otra que pasar un día entero en esta ciudad y tomar el del día siguiente.
Con la luz del día confirmamos nuestras primeras impresiones de la noche anterior. Esta zona de la ciudad se parece más a un suburbio yanqui que al antro que nos habían comentado. Hasta hay un museo de arte moderno muy chic que había organizado un taller de globos aerostáticos y no solo le ensañaron a los presentes a armarlos sino que también los lanzaron. Ver los coloridos globos luchando por elevarse fue una experiencia mágica, casi de cuento de hadas. Pero la magia acaba al ver un autobús escolar (de los amarillos de las películas yanquis) escoltado por dos vehículos de la policía y con los uniformados en posición de combate con las ametralladoras listas!
Nos adentramos en la ciudad hasta el centro que resulta una zona de poco atractivo turístico, sucio y lleno de locales como los del Once más miles de puestos callejeros que venden desde frutas y verduras hasta electrónicos y cuanta baratija china haya por ahí. Lo único digno de visitar son la Catedral y el Palacio Nacional, pero este último estaba cerrado porque se trataba de un día festivo: el día de San Salvador. Por lo que nos conformamos con ver el desfile incesante de fieles frente a la imagen de Jesús El Salvador en la Catedral.
Al despuntar el alba del día siguiente ya estamos a bordo del autobús otra vez y casi sin darnos cuenta llegamos a la frontera salvadoreña-guatemalteca. ¡Es la tercera frontera que cruzamos en menos de 36 horas! Del lado salvadoreño no tenemos que descender (menos mal) pero del lado guatemalteco no tenemos la misma suerte. Tratamos de estar abajo del autobús lo mínimo indispensable para evitar el acoso incesante de los “arbolitos” locales. Cuando todos ya estamos nuevamente abordo, el autobús empieza a recorrer las rutas guatemaltecas y lo primero que apreciamos no es la pobreza sino todo lo contrario: mucha riqueza y hasta opulencia. Al costado de la ruta hay barrios privados con caserones y mansiones de la p… madre. ¡Esto sí que no nos lo esperábamos! El panorama cambia un poco al entrar en los poblados, allí sí que la pobreza es bien evidente pero todavía no salimos del asombro. Este contraste se mantiene constante hasta llegar a la mismísima capital.
Llegamos a Ciudad de Guatemala con la sensación de que no deberíamos haber hecho caso de los comentarios sobre la inseguridad y la carencia de atractivos de El Salvador y Honduras y haberles dado un par de días al menos a cada uno para que cambiáramos de impresión. Sin duda, deben tener atractivos ocultos (probablemente algo más ocultos que en sus vecinos).
Saludos a todos desde el camino,
Marie
7 de agosto de 2010
Ciudad de Guatemala
Seis meses de aventura y contando
Queridos amigos:
Ya pasaron seis meses desde que dejáramos Buenos Aires. Parece que hubiera sido ayer y, sin embargo, hemos vivido tantas cosas, tan intensamente, que pareciera que estamos viajando hace mucho más. Cuando partimos nos imaginábamos que a esta altura ya íbamos a estar en los Estados Unidos pero Latinoamérica tiene tanto por conocer y descubrir que se nos hizo inevitable dedicarle más tiempo.
Muchos a los que les contamos lo que estamos haciendo creen que hace 6 meses que estamos de vacaciones. Se equivocan. Para nosotros, "viajar” no es lo mismo que “vacacionar”. Según el Diccionario de la Real Academia Española, vacación es el descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios. Nada más alejado de nuestra realidad actual. Esto no es un descanso, es una forma de vida, mucho más ajetreada que la rutina laboral de oficina. Tal es así que probablemente necesitemos unas vacaciones cuando regresemos. Pero volviendo a lo esencial, nosotros nos consideramos viajeros, no turistas. Tratamos de salirnos de la ruta turística convencional, de no hacer excursiones, de experimentar la vida como los locales, viajando como lo hacen ellos, comiendo lo que comen ellos, comprando donde lo hacen ellos, etc., etc. Intentamos asimilar y entender la cultura, historia e idiosincrasia de cada lugar al que vamos. Hacemos todo lo posible por comunicarnos con los lugareños y establecer vínculos duraderos.
Hasta ahora, con excepción del incidente de la billetera en Costa Rica, hemos tenido mucha suerte. Hemos visitado lugares impensados. Hemos hecho cosas que jamás nos hubiéramos imaginado. Hemos conocido gente maravillosa, llena de energía y que nos inunda con su buena onda. A la vez, también hemos tenido tiempo para revalorar a todos nuestros seres queridos y extrañarlos.
Ojalá que en lo que nos queda de aventura tengamos la misma suerte. No sabemos hasta dónde vamos a llegar pero no importa. Lo importante es la aventura de viajar y conocer. Somos muy afortunados por poder hacer lo que nos gusta. Lo sabemos.
Para los que nos preguntan cómo han sido estos 6 meses, aquí va un pequeño resumen.
- 6 meses:
De estímulos constantes: descubrimientos, encuentros, sorpresas, alegrías y tristezas.
De estar alerta y en guardia, no perder de vista las mochilas, comprobar que el pasaporte y el dinero de reserva sigan en su sitio.
De constatar que la vida sigue aunque uno esté lejos. Hemos “mirado por tevé” cumpleaños, casamientos, embarazos, operaciones y demás eventos importantes, apenados por querer estar ahí y no poder.
Viviendo cada día en un lugar donde nunca antes habíamos estado y adonde difícilmente regresemos.
Sin la certeza de dónde vamos a estar o qué vamos a hacer mañana.
Despertándonos prácticamente en un lugar distinto cada día.
Durmiendo en una cama (o suelo o sofá) diferente cada noche.
Sin llegar a aprender dónde queda el interruptor de la luz ni saber de memoria el camino al baño a oscuras.
Sin llegar a saber los nombres de las calles ni dónde queda la farmacia, el super o el hospital.
Sin preocupaciones mundanas, como pagar las expensas o sacar la basura entre las 8pm y las 9pm.
Sin el bombardeo constante de los medios de comunicación.
Sin tomarnos el subte o el 140 aunque, a veces, viajando igual de apretados, o peor.
Sin tener que devanarse los sesos pensando en qué me voy a poner hoy.
Usando las mismas remeras y los mismos 2 pantalones.
Sin el placer de ponerse ropa limpia y perfumada cada día.
Sin comer un rico asadito argentino ni unas facturas o pastas rellenas.
Corroborando que las pastas rellenas, fuera de la Argentina, son una comida de lujo reservada para unos pocos.
Comiendo lo que hay, aunque sea repetitivo, soso o no muy variado.
Descubriendo nuevas frutas y verduras.
Con la casa (léase mochilas) a cuestas.
De empacar todo cada dos o tres días.
De convivir el uno con el otro las 24hs viéndonos las caras noche y día.
Sin tener a alguien más con quien desahogarse.
Sin poder conversar en tiempo real de cosas importantes con alguien distinto de nosotros.
Conformándonos con acariciar pichichos y gatos ajenos.
Sacando fotos todos los días (en promedio, 50 fotos diarias).
Tratando de plasmar por escrito todo lo que vivimos para compartirlo con Uds.
Cruzando fronteras y coleccionando sellitos en nuestros pasaportes.
Coleccionando anécdotas y guardando recuerdos para compartirlos con nuestros nietos.
Un abrazo grande,
Palolo y Marie
4 de agosto de 2010
León, Nicaragua
viernes, 17 de diciembre de 2010
¡Viva León jodido! ¡Viva el bello pueblo nica! (Parte 5)
Ciudad colonial 3: León
León es la cuna de la revolución y el liberalismo en Nicaragua. De estas tierras salió Rubén Darío y muchos otros. Por esto se la considera la capital intelectual del país (y, según algunos, de Centroamérica). Esperábamos encontrar una ciudad colonial similar a Granada pero con más “intelecto”. Sin embargo, a diferencia de su contraparte conservadora, aquí no se ve ni por asomo el mismo nivel de inversión en protección del patrimonio histórico. Por lo tanto, con excepción de algunas iglesias, el resto de las construcciones coloniales está muy venido a menos o ya se ha perdido.
En cuanto a la arquitectura, lo que más se destaca de la ciudad, sin lugar a dudas, es la Catedral. Es esa mole gris, bastante derruida, que domina la plaza central. Los cabildantes leoninos, con exorbitantes aspiraciones de grandeza, timaron a la corona española y se hicieron una tremenda catedral. Contrastando con la tosquedad y el mal mantenimiento del exterior, el interior se caracteriza por su refinamiento grandilocuente: inmensas columnas, amplias naves y hermosas esculturas de mármol enormes, todo en distintos tonos de blanco y marfil. Y como no podía ser de otra manera, a la derecha del altar mayor, se encuentra la tumba de Rubén Darío, custodiada por una exquisita escultura de un león.
Nuestro recorrido religioso luego nos llevaría por las otras iglesias de la ciudad (que abundan, como en toda ciudad colonial). De todas las que visitamos, la que más nos llamó la atención fue una chiquita y muy humilde, a la que le vendría muy bien un poco de mantenimiento. ¿Por qué nos impactó? Porque en este templo los bancos de iglesia no solo tienen reclinatorios plegables sino que también tienen rueditas a fin de facilitar el trabajo de los ordenanzas a la hora de la limpieza. ¡Aleluya por esta sencilla pero útil modificación!
En nuestro derrotero por la ciudad notamos que aquí hay muchos estudiantes (especialmente de nivel universitario) y que la gente, en general, está bien instruida y muy informada. Baste por ejemplo el siguiente:
Una tarde salimos a recorrer la ciudad. Nuestra meta era la casa-museo de Rubén Darío pero no pudimos llegar porque se largó un aguacero infernal. Buscamos refugio donde pudimos. Terminamos bajo un alero en un esquina que resultó ser la parada de dos indigentes. Uno de ellos, un señor de unos 75 años y cabellos muy blancos, se presentó como el poeta Núñez. El poeta era profesor universitario y había vivido unos años en la Argentina en los ‘50. Nos maravilló por su lucidez y su habilidad como narrador. No solo nos contó de sus viajes por el mundo y nos recitó el himno argentino y algunos de sus poemas sino que también nos develó algunos secretos del mundillo de la política argentina (como que Alfonsín gustaba del ron nicaragüense y otras cosas). Luego nos preguntó por la actualidad política argentina. Quería saber como le estaba yendo a nuestra presidenta Cristina Kirchner (¡guau! este señor no solo sabe que tenemos una mujer como presidente sino que sabe hasta su nombre). Pero lo que siguió a continuación nos dejó helados. El otro señor, que hasta el momento no había participado mucho de la conversación, expresó su desagrado con la sociedad actual argentina pues no le gustaba que ahora en nuestro país pudieran casarse los hombres entre sí. Eso sí que no lo esperábamos. Nunca nos lo hubiéramos imaginado. Estos señores que no tienen un hogar fijo, que duermen en la calle y que vaya a saber qué penurias pasan están mejor informados que la mayoría de la gente de clase media en Latinoamérica.
Cuando paró la lluvia ya no quedaban rastros del diluvio que nos había obligado a buscar refugio en esa esquina. Los más de 20 centímetros de agua que inundaban las calles ya habían escurrido. Así, muy apenados de tener que terminar una conversación tan interesante con estos señores, nos despedimos y nos dirigimos a degustar los famosos “quesillos” de la zona (a estas alturas el museo ya estaba cerrado). ¿Tanto ilusionarnos para qué? Resultaron una decepción, aun el de trenza. El queso y la cebolla estaban fríos :-(
Con la panza llena y el espíritu triste, regresamos al hotel para pasar nuestra última noche en tierras nicas. Mañana nos espera el Tica Bus para llevarnos hasta El Salvador.
Saludos a todos desde el camino,
Marie
5 de agosto de 2010
León, Nicaragua