Parte 4: Los volcanes
Durante nuestra estadía en el centro del país, la lluvia siguió arreciando todos los días haciéndonos sentir miserables cuando regresábamos empapados hasta la ropa interior. Además de sus famosas playas y monos, Costa Rica también es conocido por sus volcanes. La mayoría de ellos se concentra en el centro del país y quisimos aprovechar para subir al cráter de uno activo.
El volcán Poás es el más cercano a Alajuela y hay una ruta que llega hasta el mismísimo cráter. Lo que no hay es mucho transporte público que digamos (para variar). Solo hay un autobús que sale a eso de las 10am y regresa a las 2pm lo que no te da mucho tiempo para disfrutar del volcán y sus alrededores. Por eso, seguimos el consejo de nuestra amiga española Nuria y nos fuimos bien temprano para aprovechar el día.
Arrancamos a las 6am y nos tomamos 2 colectivos. Luego, era cuestión de esperar a que pasara otro autobús de horario incierto, tomar un taxi exorbitantemente caro, hacer dedo o caminar hacia arriba unos 12 km hasta la entrada al parque. Las únicas opciones realistas eran las últimas dos así que nos pusimos a caminar. No habíamos hecho 100 metros creo cuando empezó a chispear. En eso, de la nada, apareció el autobús. Le preguntamos si nos llevaba al parque y nos dijo que sí pero resultó que en realidad terminaba el recorrido como a 7km de la entrada!!! Resignados y abatidos emocionalmente nos enfrentamos nuevamente a la caminata bajo la lluvia. En menos de 5 minutos ya llovía torrencialmente y en 15 estábamos hechos sopa. Por suerte, Jennifer, una estadounidense con un grupo de estudiantes, se apiadó de nosotros y nos llevó hasta el mismísimo parque. Decidimos esperar tomando un cafecito (lo único que podíamos pagar) en el centro de visitantes hasta que parara la lluvia. Una hora, dos horas. ¡Puta! ¿Dejará de llover en algún momento? ¿Para esto hicimos el sacrificio de despertarnos a las 5 de la mañana?
Cuando parecía que ya terminaba de llover decidimos hacer un intento hasta el cráter para matar el aburrimiento y ver si entrábamos en calor porque, después de tanta espera y mojadura, ningún café del mundo ni la ropa de invierno que llevábamos podía lograr mantenernos abrigados. En vano. A 200 metros del punto de partida comenzó a llover otra vez y esta vez el agua venía acompañada de ráfagas de viento helado. No importa, sigamos adelante. ¡Por fin, ahí está el cráter! ¿Dónde? Según este cartel debería estar ahí. Pues yo no lo veo, está todo nublado, no se ve nada!!!
Con nuestro ánimo por el décimo subsuelo, regresamos al centro de visitantes bajo la lluvia y el viento incesantes. Jennifer nos ve y nos avisa que ya se va porque no se puede ver nada y nos ofrece llevarnos de vuelta al pueblo. ¿Qué hacemos? Le agradecemos la oferta pero nos quedamos con la esperanza de que el viento cambie de dirección pronto y se lleve las nubes lejos. Pasa otra hora y nos aventuramos por segunda vez. Llegamos nuevamente hasta donde debería estar el cráter pero solo encontramos una pared blanca y un viento huracanado que cala hasta los huesos. ¡Pero será de Dios! Tomamos el sendero que atraviesa la selva hasta llegar a la laguna de un cráter extinto y el paisaje vuelve a repetirse. Nubes, nubes y más nubes que lo cubren todo.
Ya resueltos a regresar después de 4 horas de sufrimiento, volvemos a pasar una última vez por el mirador. Blanco, blanco, gris, marrón, rojo. ¡El viento está cambiando y se está llevando las nubes! De a poco, como si se tratara de jugar a las escondidas, el cráter comienza a dejarse ver. Es enorme y está con bastante actividad. Descubrimos que las nubes no son solo nubes, también son gases provenientes de las fumarolas del volcán. Bueno, todo muy lindo pero no valió la pena el sufrimiento ni la espera. Al cabo, que si hubiéramos tomado el autobús de las 10, hubiéramos dormido más, sufrido menos y llegado justo a tiempo para ver el cráter.
Nuestra siguiente parada fue el pueblo de La Fortuna, a los pies del volcán Arenal. A diferencia del Poás, este se caracteriza por su forma cónica y sus erupciones. ¡Sí! Por las noches, puede verse la lava que emana del cráter. Estamos ansiosos por comprobarlo con nuestros propios ojos.
El pueblo afortunadamente (¡cuak!) es mucho más bonito que el resto de las ciudades donde estuvimos, y nuestro hogar temporal, en casa de Iván, un pequeño paraíso con vista privilegiada al volcán. De a ratos, se lo escucha rugir e inmediatamente se ve la nube que sale de la cima.
Como ocurre con casi todos los parques en Costa Rica, llegar hasta ellos en transporte público es prácticamente imposible. El único servicio nos deja a 7km. Nos mandamos igual con la esperanza de encontrar a alguien que nos acerque el último trecho. Por suerte, solo anduvimos 15 minutos hasta que una pareja de franceses (Michel y señora) se ofrecen a darnos el aventón. En menos de 20 minutos llegamos hasta la colada de la última gran erupción del volcán y lo escuchamos rugir un par de veces. Hasta vemos cómo ruedan cuesta abajo algunas de las rocas que expulsó durante la mini-erupción. ¿Y la lava? Ni noticias, al menos, por ahora. Dos horas más tarde ya habíamos recorrido todo lo que hay por recorrer en el parque en compañía de una pareja de brasileros. Los chicos se ofrecen a llevarnos de vuelta al pueblo. Menos mal. No bien subimos al auto comienza la lluvia torrencial de todos los días. Buscamos refugio en un bar y esperamos a que pase compartiendo anécdotas y unas cervezas. La tormenta es tal que el volcán desparece detrás de las nubes.
La noche siguiente decidimos montar guardia frente al volcán para ver la famosa lava de las fotos. No fuimos muy originales. Alrededor de otras 100 personas esperan ansiosas lo mismo. De repente, pin pun pan, se ven unos destellos en la cumbre y algunas piedritas incandescentes que descienden rodando por la ladera de la montaña. ¿Y la lava? No hubo lava esta vez. Cada vez está más fresco y el volcán no da señales de actividad alguna. Decepcionados, nos vamos a buscar un lugar donde pasar la noche. ¡Eso es todo amigos!
Esta historia continuará…
Saludos a todos desde el camino,
Marie
Ciudad Quesada, Costa Rica
24 de julio de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario