martes, 9 de noviembre de 2010

Pasados por agua: ¡Bienvenidos a Costa Rica! (Parte 5)

Parte 5: Chuavechito

CR06_00372 ¿Me creerían si les digo que en Costa Rica hay un río teñido de suavizante para ropa? Se trata del río Celeste que  presenta esta coloración de fantasía por los minerales que arrastra. De verdad, cuando uno lo ve, parece que se hubiera volcado un frasco gigante de Vívere.

Uno de nuestros objetivos cuando decidimos venir a Costa Rica, y más precisamente a La Fortuna, era conocer este río de ensueño. Claro que el refrán dice que “él quiere celeste, que le cueste”. Estoy convencida de que ese dicho ha nacido aquí. El tour hasta este lugar tan especial cuesta nada más ni nada menos que la módica suma de USD 90, cada uno!!! Yo no sé si acá las emanaciones del volcán les habrán afectado las neuronas a esta gente o si es solo una avivada pero por muy único y mágico que sea, la excursión no puede valer 90 dólares. Son solo 120km.

CR06_00402Después de averiguar y de pensarlo mucho por el impacto que tendría en nuestro presupuesto, decidimos alquilar un auto. Resultó ser un batatón. Un Nissan Sentra súper baqueteado (joya, nunca taxi), digno de un dominguero para salir a pisar huevos por ahí. Pero no importa, por USD 43 y kilometraje ilimitado no nos podemos quejar. Además, fue el regreso a la conducción de JP, algo que ansiaba desde hacía tiempo y que lo hace muy feliz, aunque no las carreteras secundarias costarricenses que son empinadas, sinuosas y muy pero muy angostas. Para colmo, los puentes, solo tienen un carril. Así y todo, ahí íbamos nosotros, disfrutando del paisaje y la radio local. Preguntando, preguntando, finalmente encontramos el lugar donde debíamos desviarnos. El camino era de piedra (no ripio) y por momentos parecía que íbamos a tener que dejar el auto y seguir a pie. Pero la pericia y la paciencia de JP (con una sonrisa de oreja a oreja) lograron que el batatón nos llevara por donde parecía imposible que pudiera pasar.

CR06_00406Finalmente, llegamos a la entrada de la reserva. pagamos nuestra entrada y empezamos a caminar. Fue como una hora hacia arriba por una senda resbalosa, barrosa y súper angosta. Había que andar con muchísimo cuidado porque si te caías, ibas a parar al vacío. Después del esfuerzo, llegó la recompensa. El río en todo su esplendor y un sol radiante. Para gratificarnos, nos metimos en los piletones de aguas termales. Supuestamente son naturales pero venían chorros de agua caliente y agua fría por lo que la remojada no fue tan grata como hubiéramos querido. Siguiendo río arriba, el agua se torna cada vez más azul hasta llegar a una laguna de azul intenso (la fábrica del Vívere). Invita a zambullirse de una pero unos cuantos carteles, aduciendo efectos dañinos sobre la salud, nos desalientan. Siguiendo todavía más allá supuestamente se llega a los teñideros pero la senda está cerrada así que no nos queda otra que emprender el regreso pero no sin antes hacer una parada en una de las cascada más bellas que vi en toda mi vida. Acá tampoco está permitido bañarse (esta vez bajo pretexto de unas fuertes corrientes). Es una caída de alrededor de 30 metros que forma una pileta turquesa increíble. Acá el valle es tan profundo y angosto que no se oye nada más que el rumor de la cascada.

Nos vamos con la convicción de haber visto uno de los lugares más bellos y únicos de este país. De yapa, el cielo nos regala un atardecer en hermosos tonos pasteles. Hoy todavía no llovió pero seguro que el aguacero no tardará en llegar. Será nuestro último diluvio en suelo costarricense ya que mañana nos vamos a Nicaragua.

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Saludos a todos desde el camino,

Marie
Ciudad Quesada, Costa Rica
24 de julio de 2010

PD: Este es uno de los artículos que más nos costó escribir, ¿será que entre la lluvia torrencial diaria y los precios dolarizados y exorbitantes no nos gustó mucho el país?

lunes, 8 de noviembre de 2010

Pasados por agua: ¡Bienvenidos a Costa Rica! (Parte 4)

Parte 4: Los volcanes

Durante nuestra estadía en el centro del país, la lluvia siguió arreciando todos los días haciéndonos sentir miserables cuando regresábamos empapados hasta la ropa interior. Además de sus famosas playas y monos, Costa Rica también es conocido por sus volcanes. La mayoría de ellos se concentra en el centro del país y quisimos aprovechar para subir al cráter de uno activo.

El volcán Poás es el más cercano a Alajuela y hay una ruta que llega hasta el mismísimo cráter. Lo que no hay es mucho transporte público que digamos (para variar). Solo hay un autobús que sale a eso de las 10am y regresa a las 2pm lo que no te da mucho tiempo para disfrutar del volcán y sus alrededores. Por eso, seguimos el consejo de nuestra amiga española Nuria y nos fuimos bien temprano para aprovechar el día.

CR03_00183 Arrancamos a las 6am y nos tomamos 2 colectivos. Luego, era cuestión de esperar a que pasara otro autobús de horario incierto, tomar un taxi exorbitantemente caro, hacer dedo o caminar hacia arriba unos 12 km hasta la entrada al parque. Las únicas opciones realistas eran las últimas dos así que nos pusimos a caminar. No habíamos hecho 100 metros creo cuando empezó a chispear. En eso, de la nada, apareció el autobús. Le preguntamos si nos llevaba al parque y nos dijo que sí pero resultó que en realidad terminaba el recorrido como a 7km de la entrada!!! Resignados y abatidos emocionalmente nos enfrentamos nuevamente a la caminata bajo la lluvia. En menos de 5 minutos ya llovía torrencialmente y en 15 estábamos hechos sopa. Por suerte, Jennifer, una estadounidense con un grupo de estudiantes, se apiadó de nosotros y nos llevó hasta el mismísimo parque. Decidimos esperar tomando un cafecito (lo único que podíamos pagar) en el centro de visitantes hasta que parara la lluvia. Una hora, dos horas. ¡Puta! ¿Dejará de llover en algún momento? ¿Para esto hicimos el sacrificio de despertarnos a las 5 de la mañana?

Cuando parecía que ya terminaba de llover decidimos hacer un intento hasta el cráter para matar el aburrimiento y ver si entrábamos en calor porque, después de tanta espera y mojadura, ningún café del mundo ni la ropa de invierno que llevábamos podía lograr mantenernos abrigados. En vano. A 200 metros del punto de partida comenzó a llover otra vez y esta vez el agua venía acompañada de ráfagas de viento helado. No importa, sigamos adelante. ¡Por fin, ahí está el cráter! ¿Dónde? Según este cartel debería estar ahí. Pues yo no lo veo, está todo nublado, no se ve nada!!!

CR03_00208Con nuestro ánimo por el décimo subsuelo, regresamos al centro de visitantes bajo la lluvia y el viento incesantes. Jennifer nos ve y nos avisa que ya se va porque no se puede ver nada y nos ofrece llevarnos de vuelta al pueblo. ¿Qué hacemos? Le agradecemos la oferta pero nos quedamos con la esperanza de que el viento cambie de dirección pronto y se lleve las nubes lejos. Pasa otra hora y nos aventuramos por segunda vez. Llegamos nuevamente hasta donde debería estar el cráter pero solo encontramos una pared blanca y un viento huracanado que cala hasta los huesos. ¡Pero será de Dios! Tomamos el sendero que atraviesa la selva hasta llegar a la laguna de un cráter extinto y el paisaje vuelve a repetirse. Nubes, nubes y más nubes que lo cubren todo.

Ya resueltos a regresar después de 4 horas de sufrimiento, volvemos a pasar una última vez por el mirador. Blanco, blanco, gris, marrón, rojo. ¡El viento está cambiando y se está llevando las nubes! De a poco, como si se tratara de jugar a las escondidas, el cráter comienza a dejarse ver. Es enorme y está con bastante actividad. Descubrimos que las nubes no son solo nubes, también son gases provenientes de las fumarolas del volcán. Bueno, todo muy lindo pero no valió la pena el sufrimiento ni la espera. Al cabo, que si hubiéramos tomado el autobús de las 10, hubiéramos dormido más, sufrido menos y llegado justo a tiempo para ver el cráter.

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CR05_00303Nuestra siguiente parada fue el pueblo de La Fortuna, a los pies del volcán Arenal. A diferencia del Poás, este se caracteriza por su forma cónica y sus erupciones. ¡Sí! Por las noches, puede verse la lava que emana del cráter. Estamos ansiosos por comprobarlo con nuestros propios ojos.

El pueblo afortunadamente (¡cuak!) es mucho más bonito que el resto de las ciudades donde estuvimos, y nuestro hogar temporal, en casa de Iván, un pequeño paraíso con vista privilegiada al volcán. De a ratos, se lo escucha rugir e inmediatamente se ve la nube que sale de la cima.

 

CR05_00349 Como ocurre con casi todos los parques en Costa Rica, llegar hasta ellos en transporte público es prácticamente imposible. El único servicio nos deja a 7km. Nos mandamos igual con la esperanza de encontrar a alguien que nos acerque el último trecho. Por suerte, solo anduvimos 15 minutos hasta que una pareja de franceses (Michel y señora) se ofrecen a darnos el aventón. En menos de 20 minutos llegamos hasta la colada de la última gran erupción del volcán y lo escuchamos rugir un par de veces. Hasta vemos cómo ruedan cuesta abajo algunas de las rocas que expulsó durante la mini-erupción. ¿Y la lava? Ni noticias, al menos, por ahora. Dos horas más tarde ya habíamos recorrido todo lo que hay por recorrer en el parque en compañía de una pareja de brasileros. Los chicos se ofrecen a llevarnos de vuelta al pueblo. Menos mal. No bien subimos al auto comienza la lluvia torrencial de todos los días. Buscamos refugio en un bar y esperamos a que pase compartiendo anécdotas y unas cervezas. La tormenta es tal que el volcán desparece detrás de las nubes.

La noche siguiente decidimos montar guardia frente al volcán para ver la famosa lava de las fotos. No fuimos muy originales. Alrededor de otras 100 personas esperan ansiosas lo mismo. De repente, pin pun pan, se ven unos destellos en la cumbre y algunas piedritas incandescentes que descienden rodando por la ladera de la montaña. ¿Y la lava? No hubo lava esta vez. Cada vez está más fresco y el volcán no da señales de actividad alguna. Decepcionados, nos vamos a buscar un lugar donde pasar la noche. ¡Eso es todo amigos!

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Esta historia continuará…

Saludos a todos desde el camino,

Marie
Ciudad Quesada, Costa Rica
24 de julio de 2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

Pasados por agua: ¡Bienvenidos a Costa Rica! (Parte 3)

Parte 3: El costado más feo

La “más segura” Alajuela resultó ser el centro de operaciones de unos habilidosos carteristas. A pesar de haber sido advertidos de su pericia a lo largo y ancho del país, JP hizo oídos sordos de todas las advertencias y salió con la billetera en el bolsillo lateral del pantalón (habrá que perdonarlo, era un domingo temprano por la mañana, a lo mejor estaba dormido :).

La cuestión es que fuimos a tomarnos el autobús que nos llevaría a nuestro siguiente destino a un paradero (aquí no había terminal propiamente dicha). El lugar estaba repleto de gente que aguardaba en la vereda. Cada autobús que venía, anunciaba como 10 destinos distintos y se hacía muy difícil a priori poder dilucidar si era el que teníamos que tomarnos. No nos quedó otra que preguntar a los que nos rodeaban. En una de esas, llega un autobús y aparece un muchacho, (ingenuamente creemos que es el asistente del chófer/cobrador) que nos indica que ese es nuestro autobús. Debido a la cantidad de gente presente y que el autobús viene lleno, decidimos separarnos. JP se encargaría de despachar las mochilas y yo de reservar los asientos. ¡Error! Era la oportunidad que esperaban los malandras.

El “asistente” toma una de las mochilas y empieza a alejarse entre el gentío. JP lo sigue como puede. El “asistente” carga la mochila en el maletero y JP presiente que hay algo que no está bien. En ese momento lo empujan pero no hay nada que pueda hacer más que empujar hacia atrás. Al guardar la segunda mochila en el maletero nota que ya no tiene la billetera y me grita indignado desde abajo que le habían robado. Imposible encontrar al chorro entre la marea humana. Bajo lo más rápido que puedo del autobús (no es fácil porque la gente no se mueve ni me deja pasar). Nunca lo había visto tan enojado ni sacado. La gente, inmutable. Recuperamos las mochilas del maletero y buscamos un lugar donde tranquilizarnos.

De pronto, aparece una muchacha que se presenta como policía fuera de servicio y se ofrece a ayudarnos. Llama por el celular a la policía y nos compra una botella de agua. Nada sirve. JP sigue como loco y no lo puedo tranquilizar. Desaparece por minutos mientras se va a dar vueltas por la zona con la esperanza de encontrar al hijo de puta que le robó sus cosas. No logro hacerlo entrar en razones. Pasa más de una hora y la policía brilla por su ausencia. La muchacha se despide ya que viene su autobús. Nosotros seguimos esperando.

Al rato llega un taxista que se ofrece a llamar a la policía nuevamente. Nos dice que van a venir en seguida. Le explicamos que hace más de una hora que los esperamos pero, según le informaron, ellos no habían recibido ninguna notificación. Hartos de esperar y completamente desmoralizados, regresamos al hostel de donde nos habíamos despedido horas antes. Enseguida llega la policía turística. Desde el principio queda claro que vienen a cumplir una formalidad y que no van a hacer nada al respecto. Ni siquiera se molestan en escribir el acta, le ceden el honor a JP. Más allá del dinero que teníamos y de la algunas credenciales, no fue mucho lo que perdimos. Es más, tuvimos suerte porque bien podría haber sido el pasaporte que estaba en el bolsillo de al lado. Sin embargo, la impotencia y la frustración nos invaden el resto del día. Supimos que algo no andaba bien. Pudimos presentirlo pero aun así no pudimos evitarlo. ¡Alajuela y la puta que te parió!

Si creen que la muchacha era cómplice de los malandras, llamen al 0800-CHORRO.
Si creen que la muchacha era una buena samaritana, llamen al 0800-SANTO.
¡VOTEN YA!

Esta historia continuará…

Saludos a todos desde el camino,

Marie
Ciudad Quesada, Costa Rica
24 de julio de 2010

sábado, 6 de noviembre de 2010

Pasados por agua: ¡Bienvenidos a Costa Rica! (Parte 2)

Parte 2: El centro

CR04_00245Como pollitos mojados, dejamos el Pacífico y nos dirigimos hacia la capital del país. Las referencias que tenemos de San José no son muy buenas (fea, sucia, insegura, sin atractivos) así que, siguiendo las recomendaciones de nuestra guía, decidimos saltearla y quedarnos en la “más segura y bonita” Alajuela. Desagradable sorpresa la que nos llevamos cuando descubrimos que el señor chofer nos llevó de prepo hasta San José en lugar de dejarnos en Alajuela (digan la verdad, ¿no les parece muy gracioso el nombre “Alajuela”?). La impresión que nos llevamos de la capital en el breve lapso que estuvimos allí fue acorde a todo lo que nos habían comentado. Se parecía al Once, solo que en lugar de cumbia en los locales se escuchaba música de los ‘80. Lamentablemente las cosas no mejorarían al llegar a nuestro destino. A nosotros nos causó la misma impresión que San José, solo que en versión reducida.

Hay que destacar la precisión de estos ticos a la hora de indicarte cómo llegar a un lugar: “¿El hostal Vagamundo? Sí, claro, son 300 metros al norte y 435 metros al este”. ¡Guau! Eso sí, no vayan a preguntarles por la calle tal o cual porque no tienen idea de cómo se llaman. Mucho menos aún intenten encontrar ese bar al lado del banco pirulo pues se pasarán el día entero buscándolo ya que hace 20 años que cerró el banco y ahora allí hay una ferretería aunque en sus mentes todavía lo tienen tan grabado a fuego que lo siguen utilizando como referencia.

CR04_00246 Dado que no hay mucho para ver ni hacer en esta ciudad, nos tomamos un autobús a la cercana localidad de Sarchí, que se destaca por sus artesanías en madera. El pequeño pueblo enclavado en un valle resultó una grata y colorida sorpresa en medio de tantos días grises. No solo se consiguen aquí innumerables souvenirs en madera sino que hay todo lo que uno pueda necesitar para la casa: adornos, utensilios para la cocina, juegos de jardín, juegos de dormitorio, juegos de living, etc., etc. Hasta hay una fábrica de carretas de más de 100 años de antigüedad. Estas carretas se caracterizan por su vívida ornamentación que, a nuestro parecer, guarda gran semejanza con el fileteado argentino. Obvio, estas carretas ya no se usan para transporte sino para decoración. Hay carretas-bar, carretas-bandeja, carretas-guarda juguetes, y hasta carreta-mesa de póker! Si quieren una, después les pasamos el contacto porque las envían a todo el mundo!!!

Al día siguiente decidimos ir a conocer la ciudad capital para corroborar o refutar lo que nos habían dicho. Basamos nuestro recorrido en las rutas recomendadas por el instituto de turismo pero, para ser sinceros, no hay nada que se destaque demasiado acá, ni siquiera las iglesias. Ni que hablar de las plazas, están todas descuidadas y llenas de linyeras. El centro de la ciudad es una combinación del Once y Congreso. Caminamos todo el día y lo único que rescatamos son el teatro y el museo del jade. Las fotos de San José se las debemos ya que llevamos la cámara pero sin la tarjeta de memoria… Todos tenemos nuestros días.

Esta historia continuará…

Saludos a todos desde el camino,

Marie
Ciudad Quesada, Costa Rica
24 de julio de 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

Pasados por agua: ¡Bienvenidos a Costa Rica!

Parte 1: Las playas

CR02_00159Costa Rica, o Cossta Rriica (así es como los ticos se refieren a su país, como si se tratara de un angloparlante con dificultad para pronunciar las T fuerte y las R), más que un país centroamericano parece un estado con aspiraciones de convertirse en el 51° estado de la unión (ah, no, esperen, el 51° es Puerto Rico, entonces el 52°).

Las inversiones de los yanquis más la intervención indirecta a través de los contras han ejercido sobre la pequeña nación una fuerte presión en los últimos 30 años.  A tal punto llegan las cosas que, a pesar de tener su propia moneda, el colón, la mayoría de las transacciones se manejan en dólares estadounidenses. Es más, los precios de las cosas están directamente en dólares.

CR02_00118Entrar a un Parque Nacional cuesta 10 dolaritos (ni se te ocurra querer pagar en moneda local) y las cosas en el supermercado están más caras que en Estados Unidos y Europa, según dan fe estadounidenses y europeos por igual. Entonces, ¿qué es lo que pasa? ¿Qué es lo que lleva a un país con una educación y salud supuestamente modelo en Centroamérica a esta situación absurda? Hasta donde sé, Costa Rica es el único país del mundo que no tiene ejército, al menos no propio (las mala lenguas dicen por ahí que, de necesitarlo, el ejército yanqui los defendería para proteger todos los intereses estadounidenses que hay allí). Lamentablemente, es un misterio que no pudimos dilucidad en nuestra breve estancia de dos semanas. Llegamos con muchas expectativas y muchas ganas por toda la publicidad que tiene como destino turístico pero los precios y la dificultad para trasladarse de un lugar a otro impidieron que pudiéramos pasar mucho tiempo aquí.

CR01_00024 Por los conflictos que se estaban suscitando en la frontera panameña-costarricense en el Caribe, tuvimos que cambiar nuestros planes y cruzar por el Pacífico. La frontera está bastante fea y desorganizada, casi que no tiene nada que envidiarle al cruce La Quiaca – Villazón. Adelante nos esperaban las localidades costeras de Uvita, Quepos y Manuel Antonio. Las dos primeras, son pueblos relativamente pequeños y sin encanto alguno más que sus playas de olas salvajes, ideales para el surf. Manuel Antonio, en cambio, bien podría tratarse de un exclusivo barrio de Los Ángeles, con sus resorts y desarrollos inmobiliarios de mega lujo (después, cuando lleguemos a LA les confirmamos si nuestra apreciación es correcta). Cualquier actividad que uno quiera realizar acá, al margen de la mera contemplación, implica dejar un ojo de la cara. El único motivo para venir aquí es el Parque Nacional homónimo, el más famoso de Costa Rica, por sus bellas playas encerradas en impresionantes bahías, sus aguas verdes y sus monos chorros. Podría creerse que rodeados de semejante belleza la pasamos espectacular pero nada más alejado de la realidad. Desde el primer día que llegamos, descubrimos que tristemente habíamos venido en la temporada equivocada. Todos los días, religiosamente, el cielo se cubría de nubes pasado el mediodía y alrededor de las 3 de la tarde comenzaba con su descarga torrencial hasta bien entrada la noche.

CR02_00102 La única excepción fue el día que fuimos al parque Manuel Antonio. En esa ocasión, empezó a diluviar a las 8 de la mañana y no paró hasta la noche, con excepción de dos horas al mediodía. Como el aguacero arreciaba, buscamos refugio donde pudimos ya que,  a pesar de lo comercializado que está el parque, no hay mucho donde guarecerse. Pasamos más de dos horas apiñados abajo de un toldo junto a otras 20 personas. Finalmente la lluvia comenzó a ceder y la fauna del lugar hizo su aparición. Los primeros en acercarse fueron unos mapaches caraduras que querían robarse la comida que teníamos en las mochilas. Después les siguieron los monos, los primeros más tímidos y los que les seguían, ya sin pudor, se acercaban por las ramas hasta donde estaba la gente y, en un momento de distracción, se hacían con unas galletas o sandwiches.

CR02_00145 Si  bien puede pensarse que este es un espectáculo digno de ver a nosotros es algo que nos entristece mucho. La dieta de estos animales consiste de frutos y semillas. No deberían estar comiendo comida humana y mucho menos estar esperando a que lleguen los turistas para obtener su alimento. Claro, como dice el refrán “la culpa no es del chancho (en este caso, el mono) sino del que le da de comer”. El lugar está lleno de carteles que indican que no se debe alimentar a los animales, sin embargo, no hay ningún guardaparques presente para asegurarse de que se cumpla. Y cuando llega la horda de turistas, lo único que les importa, en lugar de disfrutar de las playas y la naturaleza, es ver el show. Tal es así que conscientemente ignoran los carteles, abren sus carteras (porque la mayoría de los que incurren en esta actitud son señoras de aproximadamente 50 años) y sacan una banana (que claramente ya traían con esa intención) y sin ningún tapujo se la ofrecen a los monos. Claro, después se dan situaciones en la que los monos se violentan cuando alguien le niega un pedazo de comida. Esto no es natural. No les hace bien a estos animales. Es algo que no debería suceder y mucho menos dentro de un parque nacional. Nos vamos del parque cuando comienza a llover otra vez, mojados y muy indignados. Menos mal que este es un paraíso natural.

Esta historia continuará…

Saludos a todos desde el camino,

Marie
Ciudad Quesada, Costa Rica
24 de julio de 2010